Un sueño en el olvido

“La única casa de un arquitecto de la BAUHAUS en México”

Dpto. de Hannes Meyer (Fotos: Mario Yaír T.S.)

La Alemania nazi no soporta el comunismo, es una idea que corrompe al buen ciudadano. Por eso el segundo director de la Escuela de Artes Aplicadas de Alemania, impulsor de la carrera de arquitectura, es acusado de comunista por fomentar la creación edificios de corte social. Hannes Meyer, prefirió renunciar y huir a la URSS para dedicarse al urbanismo. Ahí supo la noticia. La Gestapo ordenó cerrar en 1933 la escuela de la que alguna vez estuvo a cargo. Es el fin de la BAUHAUS.

Cuatro años más tarde, Lázaro Cárdenas lo invitaría a ser director de la Escuela de Urbanismo del IPN; pero una curiosa maldición lo acompañaría. A su mando, la Escuela de Urbanismo cambiaría su nombre por el Instituto Superior de Planificación Urbana; un mote a la altura de las expectativas. Él se instaló en un predio de la colonia Cuauhtémoc junto con su esposa, la diseñadora textil Léna Bergner y comenzó a trabajar.
 
Villalongín #46

Para Meyer, el funcionalismo no se trataba solo de viviendas funcionales, sino que desde su origen funcionaran con su entorno. ¿Cómo era posible que O’Gorman propusiera escuelas de concreto en medio de la selva, teniendo madera y adobe a su alcance? ¿Por qué el joven e influyente Mario Pani hacía edificios tan arbitrarios (que todos llamaban funcionalistas cuando no lo eran)? ¿Estaban las cementeras de acuerdo con los arquitectos para fomentar el consumo?

Al analizar el funcionalismo mexicano, se dio cuenta que seguía el International Style norteamericano (que el MoMA promovió en Nueva York en 1932). Sus críticas contra los peces gordos de la arquitectura mexicana, desligados totalmente de la realidad social, solo hicieron que Meyer fuera el personaje más odiado por sus colegas.

Por eso, una vez más, fue acusado de comunista por O’Gorman cuando supo que Meyer apoyaba abiertamente a Stalin. No hubiera pasado a mayores, si no fuera porque lo hizo justo después de saber que Trotsky estaba muerto. Los rumores dentro y fuera del IPN acabaron con la orden de cerrar el Instituto (que no había durado más de 3 años).
 
Dibujo de Hannes Meyer desde su penthouse

Libre de la academia, Meyer propuso proyectos urbanísticos y edificios de corte realmente socialista. Aprobados pero nunca concretados, aplaudidos pero “no hay presupuesto”. Así fue como Meyer descubrió la corrupción gubernamental, la falta de continuidad cada cambio de sexenio y sobre todo que a la élite mexicana solo les gustaban los extranjeros para turistas.

Vencido, un día decidió simplemente alejarse del urbanismo; de la urbe. Con esposa e hijo, el resto de los años 40 los pasó escalando el popo, caminando por el desierto de los leones, yendo a los bosques de Tlalpan y conociendo la vida natural. Aislado y derrotado, en 1949 volvió a sus orígenes en Suiza, donde curiosamente pasó los últimos 5 años de su vida organizando exposiciones de gráfica mexicana.

¿Quiere oír una historia cruel? La arquitectura de Meyer solo son bocetos. Proyectos nunca concretados, edificios que nunca se hicieron, maquetas que no proliferaron. Solo existe un inmueble de su autoría; el edificio de departamentos de Villalongin #46 en cuyo pent-house vivió los 10 años que estuvo en México. Esa casa venida a menos. La de las rejas oxidadas. La de las paredes descarapeladas por la humedad. La de los vidrios opacos por el tiempo. La que aun hoy pasa desapercibida para los supuestos amantes de la arquitectura nacional. Esa es la única idea en todo el mundo que cobró vida del segundo director de la BAUHAUS.
 
Calle Villalongin

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