El último momento

“Así ocurrió el fusilamiento de Maximiliano, Miramón y Mejía”
 
Sitio donde fueron fusilados Maximiliano, Miramón y Mejía (Fotos: Mario Yaír T.S.)
 
Tres carruajes se detienen frente al Cerro de las Campanas. De uno de ellos baja Tomás Mejía, el general indígena, el hombre silencioso. Mejía estuvo ahí desde que el emperador entró a la ciudad de México. Lo apoyó incondicionalmente con su talento militar. Por eso fue condenado a morir a su lado. La fecha de ejecución era el 16 de junio de 1867 cuando su esposa ya había llegado con un bebé en brazos hasta su prisión en el convento de Capuchinas.
 
Los guardias nunca la dejaron entrar y creyó que había llegado demasiado tarde. En realidad habían aplazado la fecha al día 19, momento en que al salir, ella se abalanzó ante él para que conociera el rostro de su recién nacido. Los soldados detestaban a los indígenas, por eso lo apresuraron a subir al carruaje y durante el trayecto al Cerro de las Campanas, Agustina corrió detrás de él con el niño gritando palabras de amor y cariño a su marido. 
 
Al llegar Maximiliano le dijo – lo que no es compensado en la tierra lo será en el cielo.
 
Para ese momento Mejía apenas tiene una casa de adobe y unas cuantas vacas. Nada puede dejar a su mujer que con un recién nacido en brazos espera a lo lejos la detonación.
 
- ¡Pelotón! – grita el oficial
 
No dijo ni una sola palabra desde que salió de la celda. De los tres fue el único que enfrentó las armas con coraje, porque cuando Maximiliano y Miramón cerraron los ojos, el las miró de frente fijamente.
 
- ¡Apunten!
 
Tumba de Tomás Mejía
 
Tres carruajes se detienen frente al Cerro de las Campanas. De uno de ellos baja Miguel Miramón, el cuestionado del imperio. Se unió tarde a la causa y por eso muchos dudaban su fidelidad, pero a diferencia de otros es un hombre de etiquetas iluminado con el don de la palabra. Por eso Maximiliano confió en él hasta el último momento.
 
Los tres hombres se acomodaron frente a la improvisada pared de adobe. Ninguno fue vendado de los ojos ni puesto de espaldas como dictaba la tradición a los traidores. El efímero emperador ocuparía el puesto central, pero mencionó que por honor y valentía lo cedería a Miguel Miramón. 
 
Miramón simplemente se cambió de lugar y luego de escuchar al emperador, habló - protesto contra la mancha de traidor que se ha querido arrojarme para cubrir mi  sacrificio.  Muero  inocente  de  este  crimen  y  perdono  a  sus  autores…
 
- ¡Pelotón!
 
- …esperando que Dios me perdone y que mis compatriotas aparten tan fea mancha de mis hijos haciéndome justicia.
 
- ¡Apunten!
 
Celda de Maximiliano
 
Tres carruajes se detienen frente al Cerro de las Campanas. De uno de ellos baja Maximiliano de Habsburgo – vamos señores – dice a sus acompañantes. El sitio de Querétaro lo ha dejado demacrado y el juicio aún más. Si no lo mataban las balas, lo harían sus constantes enfermedades. Nada puede llevar consigo al sitio donde va, así que al acercarse al patíbulo saca unas monedas de su bolsillo y paga uno a uno a los soldados del pelotón pidiendo que apunten al pecho para que su madre pueda verle la cara por última vez. Al final se encuentra con el oficial.
 
– Créame que detesto hacer esto – le dijo el oficial – le pido no me guarde resentimiento.
 
- La órdenes se deben obedecer – dijo Maximiliano entregándole las últimas monedas y ocupando su sitio.
 
- ¡Pelotón!
 
- Voy a morir por una causa justa. – dice Maximiliano -  Que mi sangre selle las desgracias de este país.
 
- ¡Apunten!
 
Haciéndose las barbas a un lado y mostrando el pecho grita - ¡Viva México!
 
- ¡Fuego!
 
Aunque la tradición asegura que así fue, esas no fueron sus últimas palabras. Tras recibir seis balas en el pecho, los soldados se acercan a los cuerpos y solo Maximiliano sigue aún con vida. El oficial ordena a uno de los soldados darle el tiro de gracia mientras el último emperador de México susurra – hombre… hombre…
 
La ciudad de Querétaro escuchó el eco del último disparo a lo lejos. El II Imperio acaba de terminar.
 
Fragmento del mural "Sitio de Querétaro" de Víctor Cauduro

Comentarios

Publicar un comentario

Más vistos

Un encuentro con la fiera del Fru-Fru

Requiém para el Cine Ópera

Un sueño en el olvido

Los motivos de Sor Filotea