Ajardinar con la vajilla
“Un nuevo significado para pagar los platos rotos"
Daniel Mendoza Guevara, veterano de
la revolución y mayor legionario, en sus viajes de la Ciudad de México a
Querétaro, siempre pasaba por aquel espacio abandonado y venido a menos que se
encontraba en la esquina de lo que hoy son Invierno y Filomeno Mata. Era un
jardín y siempre había sido tal. A veces de tierra, a veces con pasto. Justo enfrente se encontró un mesón durante el
siglo XIX que posteriormente se convirtió en el American Hotel. El señor
Mendoza siempre creyó que podría darle personalidad a aquel jardín.
Don Daniel creía que para su
proyecto, lo mejor era decorarlo en estilo neobarroco pero inspirándose en las
escenas palaciegas de la pareja imperial de los Habsburgo en el Castillo de
Chapultepec. Por eso dibujó a las parejas bailando, los violines, el castillo y
algunos animales de aquel sueño caído.
Cuando su hijo Carlos Mendoza
descubrió los dibujos y diseños de su padre, los presentó a la Junta de
Mejoras, la cual aprobó la remodelación del jardín en 1942. Tendría bancas dobles, una
celosía, ocho macetones y un semicírculo al centro que serviría como fuente
para dar agua potable a “la otra banda”, o como llamaban los queretanos a
aquellos que vivían del otro lado del río. Solo había un problema… el
presupuesto.
Decoraciones del Jardín de los Platitos |
Había suficiente dinero para remozar
la zona y hacer las bancas de concreto, pero decorarla con mosaicos y talavera
al estilo neobarroco simplemente era imposible. Cuando Don Daniel supo la
noticia, quedó decepcionado pues habían sido los dibujos los que habían inspirado
a crear el jardín y la razón por la cual lo pusieron al frente del proyecto. La
solución fue inusual.
No se sabe si fue su idea o se la
dio alguno de sus trabajadores, pero cuando no se podían costear mosaicos, el
pueblo solía hacerlos con platos rotos. Por eso director y trabajadores visitaron el tiradero de la
ciudad en busca de platos desechados y pusieron manos a la obra. Los
vecinos al ver las primeras decoraciones, empezaron a donar
las vajillas que ya no les servían y poco a poco se juntaron todo tipo de
colores para crear los diseños de Don Daniel. Solo las sombras palaciegas
fueron decoradas con piedritas para darle el toque final.
Antes de su inauguración, lo menos
complicado fue asignarle un nombre. Ante las escenas y por ser Querétaro el
sitio que marcó el fin al II Imperio, no podría llamársele como nada
relacionado a Maximiliano o Carlota. Además eran los años 40, México estaba a
punto de entrar a la segunda guerra mundial y vivía un proceso nacionalista que
ensalzaba las grandes victorias del siglo XIX.
Como el castillo de Chapultepec
aparecía retratado en las esquinas principales del jardín, se optó por llamarle
“Jardín de los Héroes de Chapultepec” (no de los niños héroes, pues su mito aún
no nacía). Sin embargo, desde su inauguración en 1942, La Otra Banda y el resto de Querétaro del milagro mexicano
que está a punto de salir a escuchar música de mariachi ahí por las tardes, jamás lo conocieron así,
simplemente le llamaron como hasta hoy se sigue haciendo, como el Jardín de los Platitos.
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