La calzada de las lágrimas

“Una calzada porfiriana construida por alcohólicos"
 
Calzada Porfirio Díaz

Lo que hoy es un hotel de lujo, alguna vez fue la cárcel del estado de Oaxaca. Comenzó a funcionar en 1862 dentro del convento de Santa Catalina de Siena y fue cerrada a principios del siglo XX. Sus inquilinos llegaban por motivos variados; ser rebeldes zapotecas, cometer robos en los mercados, crímenes pasionales; pero existían grupos de reos que apenas permanecían 20 días en prisión por delitos de vicio. Entre estos el ser alcohólico (bebedor consuetudinario decían), jugar baraja y beber en la vía pública…
 
No muy lejos de ahí, al otro lado del río, se encontraba la Hacienda de Aguilera, un punto relevante e imponente de la ciudad pero al que era difícil llegar por la inseguridad que dominaba la calle de acceso. Relevante porque era el sitio en donde la mayoría de los peones de Oaxaca debían ir a trabajar de sol a sol. Imponente porque sus amplios espacios servirían para instalar las grandes mansiones porfirianas de la élite que crecía.
 
Hacienda de Aguilera

Preocupado por la situación, el gobernador Martín González ordenó en 1896 iniciar los trabajos de remodelación que convertirían la calle en la calzada porfiriana de la verde Antequera. Así fue como nació la Calzada Porfirio Díaz que hoy es uno de los parajes comerciales de élite más turísticos de Oaxaca. La fuente de los Platos fue la primera en decorar el sitio, luego el monumento a Porfirio Díaz. Culmina con la hermosa fuente de las Ocho Regiones y comienza con un puente Art-Decó de los años 30’s que remite a la ciudad de los muertos de Mitla. Y sin embargo pocos saben que este lujoso paraje fue originalmente conocido como la calzada de las lágrimas.
 
La única forma de lograr tan caro trabajo y en el menor tiempo posible era, para el gobernador, obligando a los presos de vicio a pavimentar, adoquinar y adecuar todo el trayecto. Eran la carne necesaria de lo más bajo de la sociedad que podía explotarse impunemente en pos del progreso porfirista. Fue el jefe de la policía quien los obligaba a trabajar de sol a sol, sin agua, sin alimento, a marchas forzadas y en ocasiones con torturas. Con un rigor tal, que los propios peones que trabajaban a marchas forzadas en las haciendas y los veían ahí a diario, aseguraban que aquella calzada en realidad había sido pavimentada con las lágrimas de la prisión…
 
Fuente de los Platos

Comentarios

Más vistos

Un encuentro con la fiera del Fru-Fru

Requiém para el Cine Ópera

El último momento

Un sueño en el olvido

Los motivos de Sor Filotea