La escultura imposible
“El monumento que todos odiaban"
Adefesio
comunista de horrorosas proporciones. Indigno de la ciudad por sus
rasgos chatos. Pezones al aire y manos espantosas, sobre una supuesta
loza que ni loza parece. Y por estar hecha en cantera sobre la cima del
cerro, seguramente en menos de un año, ese mazacote se va a caer. En
junio 1939 al pípila del escultor Juan Fernando Olaguíbel se le acusó de
todo, pero principalmente, de ser el nuevo capricho cardenista del
gobernador.
Lo cierto es que de todas las acusaciones estéticamente puritanas de un grupo de guanajuatenses indignados, solo dos eran legítimas. En el último año de su gobierno, Cárdenas mismo había visitado y conocido la maqueta que el gobernador Rafael Rangel Hurtado mandó hacer. No era un pípila clásico con camisón, huaraches y sombrerito de paja; era el perfecto arquetipo de la lucha obrera socialista que encabezaba el sueño cardenista.
Lo cierto es que de todas las acusaciones estéticamente puritanas de un grupo de guanajuatenses indignados, solo dos eran legítimas. En el último año de su gobierno, Cárdenas mismo había visitado y conocido la maqueta que el gobernador Rafael Rangel Hurtado mandó hacer. No era un pípila clásico con camisón, huaraches y sombrerito de paja; era el perfecto arquetipo de la lucha obrera socialista que encabezaba el sueño cardenista.
Los indiscutibles rasgos indígenas con los que se identificaron los explotados obreros de las minas de Guanajuato, acrecentaron la aprobación del pueblo por colocarla. Sin embargo había otra cosa cierta. Las toneladas de cantera realmente podrían desgajar el cerro y sepultar la ciudad, sin mencionar que el brazo estaba demasiado arqueado y podría caer. Así la polémica se centró exclusivamente en eso dentro del periódico estatal “El Noticioso” desde junio del 39.
- Sin duda alguna este monumento viene a constituir una de las obras más atrevidas – se pavoneaba el gobernador Hurtado desde su informe de gobierno – dada la altura de veintiocho metros que va a tener, y por los problemas arquitectónicos, ya resueltos, que se han presentado para su construcción. Será de tal importancia esta obra que podemos asegurar que no existe otra similar en toda la América -.
La solución a la que Hurtado se refería, consistió en aplanar el cerro, reforzarlo, enderezarle el brazo al pípila, achatar algunos rasgos, volver plana la loza sobre la cual se recarga y colocar la antorcha sobrepuesta hasta el final esperando que no caiga. Por eso el modo tan peculiar en que la escultura toma la antorcha… Todo aquello no habría sido posible sin la ayuda de Agustín Gutiérrez Ocampo, el hombre que volvía realidad las esculturas monumentales de esa década, usando solo maquetas como referencia. Sería Ocampo quien al ver el espacio vacío a los pies del pípila sugirió a Hurtado colocar una frase en la típica caligrafía Art Decó de la época. Gustó tanto la sugerencia que la aprobó de inmediato.
Y así llegó el 5 de febrero de 1940 cuando en medio de una gran fiesta acompañada de la Jazz Band de la policía se inauguró el monumento. 500 niños cantaron el himno del estado y los habituales discursos a la patria a cargo de políticos e historiadores no pudieron hacer falta. ¿Pero entonces, el pípila existió?
Ese año la cárcel municipal cierra sus puertas y se convierte en el Museo de la Alhóndiga de Granaditas. La cuestionable toma de la alhóndiga se vuelve una “primer heroica batalla”. Poco importa su existencia pues los insurgentes sin nombre se plasman en el rostro del pípila. Entre música de jazz, el fervor de la expropiación petrolera, las elecciones a la vuelta de la esquina y una guerra por venir amenazando Europa; a los pies de la escultura una frase en bronce dicta severa (y siempre con mucha razón): Aún hay otras alhóndigas por incendiar.
Que música de jazz tocaron? Interesante saberlo.
ResponderBorrarNi idea. Quizá algo muy mexicano estilo Mi querido Capitán...
BorrarLa frase está inspirada en la frase que está en lo que fue la Bastilla.
ResponderBorrar¡Que interesante! No lo sabía. Gracias por el dato.
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