Secretos de Familia
“El terrible primer caso de pederastia conocido en México"
Detalle de la Casa Montejo (Fotos: Mario Yaír T.S.) |
PRIMERA:
Juan D’Esquivel se había criado en
una cuna de lobos. Su padrastro El Adelantado Francisco Montejo lo había
elegido para vivir junto con él en Honduras. Nadie había visto antes, ni
siquiera en Tenochtitlán, un conquistador tan fiero y cruel como Montejo. Por
eso pasaba los días ocupado “pacificando” indios en una lucha constante contra
Alvarado. Aquello mantenía al joven de 16 años, D’Esquivel, solo dentro de la
casona rodeado de sirvientes y comodidades.
Uno de esos días, tres sirvientes
fueron a la habitación del amo y hallaron a D’Esquivel teniendo sexo con un
español de la villa a quien otras veces había invitado a la casa. Hijastro y
español fueron enviados enseguida ante el tribunal, pero la audiencia temiendo
condenar al hijo del próximo gobernador (conocido por su crueldad), arregló el
juicio. En vez de una condena dura por sodomía simplemente expulsaron a ambos sodomitas
de Honduras.
D'Esquivel supo así que para satisfacer sus deseos sexuales tendría que hacerlo con los más dóciles y callados. Y que llevar a su lado el apellido Montejo le daría la protección necesaria. Así llegó el hijastro terrible a la finca Montejo; en Mérida Yucatán.
SEGUNDA:
En un sitio oculto entre la selva,
se encuentran las tierras que Montejo dio a Juan D’Esquivel, el temido muchacho
de 20 años expulsado de Honduras. Temido porque todos los mayas esclavos han escuchado las historias
de su cuarto de torturas. D’Esquivel es un tipo arrogante y presumido que habla sin impunidad sobre la forma en que mantiene a raya a los muchachos de sus
tierras.
Los secuestra, los encierra, los
amarra a mesas o tablas, los azota con varas y una vez satisfecho de los
golpes, abusa sexualmente de ellos. Según se sabe, goza más de hacerlo con los más jóvenes. En una ocasión amarró a un maya de
unas escaleras y mientras abusaba de él, el joven intentó escapar moviéndose de un lado a otro y cayó con
todo y escalera sobre D’Esquivel. Aquello lo encolerizó tanto que gritó a su
esclavo negro de confianza – LLEVAD A ESTA MIERDA DE INDIO A LA SELVA
¡¡¡MATADLE!!! QUEMADLE LOS HUEVOS PARA QUE DE ÉL NO QUEDE NADA…
Cuando la escena tomaba lugar en la
espesura de la ceiba, un español de nombre Alonso de Medina, curioso por unos
extraños alaridos en la noche que venían de un sitio iluminado por una hoguera,
se acercó para descubrir como el negro Gaspar usaba una vara de hierro
incandescente para quemar la piel del joven maya. Gaspar fue puesto en prisión
a una velocidad nunca vista y el emblema de los Montejo hirviendo se usaría
como prueba ante la audiencia. La escandalosa vida del pederasta D'Esquivel estaba por salir a la luz.
Que extrañas son las cosas del
destino pues quien sabe cómo Gaspar escapó de prisión antes de la sentencia. El joven maya murió por
las heridas sin negar ni afirmar las declaraciones, y una mañana amaneció acuchillado de varias partes del cuerpo en
las calles de Mérida un tal Don Alonso de Medina…
TERCERA:
Cena de gala en la finca Montejo,
pues un grupo de frailes habían llegado a la península para comenzar la
evangelización. Ahí está el diabólico Francisco de Montejo con su hijo El Mozo,
gobernador de Yucatán. D’Esquivel es el embriagado con vino de 26 años, que
está al final de la mesa. En medio del sarao, la joven Catalina, hija de la
familia, se levanta de la mesa para presumir un baile, pero lo hace tan bruscamente que la
sirvienta detrás de ella tiró un vaso de vino al suelo.
-¡India de mierda!- gritó Catalina
mientras le azotó una cachetada. La sirvienta se arrodilló a limpiar el
desastre y Catalina vertió sobre ella un recipiente completo de vino que toda
la mesa celebró con risotadas. Solo los 3 frailes miraban la escena en
silencio. – Lo que usted vio padre – decía una sirvienta en secreto a Fray
Lorenzo de Bienvenida – es nada comparado a lo que ocurre aquí y lo que hace esta familia…
Fray Lorenzo tendrá que escribir una
carta al rey de España para contar las atrocidades que ocurren bajo el mandato
de los Montejo. Lo que no sabe es que la poderosa familia es capaz de todo
para protegerse de la ley. De sobornar, de amenazar, de matar, o como en el caso de D'Esquivel... de desaparecer...
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