Si la dama quiere

“Una romántica tradición hidrocálida"
 
Jardín de San Marcos (Fotos: Mario Yaír T.S.)

Las estatuas que se colocaron tras la remodelación del Jardín de San Marcos en Aguascalientes, no están ahí por casualidad. Son fantasmas de bronce que se hacen presentes como memorias de los ancianos. Ahí están el bolerito o el niño que da de comer a las ardillas. El director de la orquesta en el kiosco o el barrendero salido de la imaginación de Posada. El muchacho que entrena para torero y el velador. Una a una cobran vida en los recuerdos.
 
Allá en esos tiempos antiguos de los años 30, lo tradicional era ir a San Marquear. Luego de la misa del fin de semana o la pelea de gallos, los jóvenes acostumbraban romancear en el jardín. A la entrada, las inditas solían llevar sus enormes canastos de campo cargando las más olorosas flores de la región. Sentadas en el suelo u ofreciéndolas a la entrada, los caballeros las compraban y empezaban su andar.
 
Lo que se hace no está dictado en un manual de Carreño, sino en la tradición de voces. Basta sentarse a mirar fijamente la conducta de los paseantes para entender tan curiosa tradición. Las muchachas caminan por los pasillos del jardín en sentido de las manecillas del reloj, los muchachos de lado contrario. Se siente la brisa de los árboles y la sombra fresca de la tarde en el paseo. El punto es encontrarse de frente en algún momento.
 
La pelea de Gallos en Aguascalientes
 
Si alguna muchacha llega a gustar, ahí el joven le entrega la flor y después de que ella la toma, ambos siguen su camino. Al dar la vuelta, eventualmente volverán a encontrarse y es momento de saber la respuesta de la muchacha. Las miradas y los cotilleos de las mujeres que suelen ir en pareja, son imponentes. Una vez frente a frente, ella tiene la última palabra. Puede sentarse en las bancas y entregar un pañuelo para anunciar que aceptó la flor, o simplemente seguir despectiva su camino.
 
¿Pero cómo decirle que no al galante hombre con su traje de charro, negro y elegante? La joven le da un lugar en la banca y es momento de iniciar el romance. Las amigas los dejan solos. La música de la banda en el quiosco se hace lejana. El chirriar de las hordas de pajaritos que vuelven a sus nidos se hace presente. El tono naranja del atardecer anuncia que las rejas del jardín están a punto de cerrarse. La pareja se levanta y camina volviéndose de bronce a cada paso.
 
Son las tradiciones del viejo Aguascalientes que ahí siguen, traspasadas de la evocación bohemia a esculturas de bronce. Por eso la próxima vez que visite el Jardín de San Marcos, vale la pena escuchar a las estatuas. Ahí son algo más que simple decoración.
 
Jardín de San Marcos en Aguascalientes

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