Un penoso fin de temporada
“La última presentación de El Torero de México”
En realidad no querían escuchar la
corrida, pues siendo hermanas de “El Torero de México” seguramente sería otra
faena habitual. Sin embargo un vecino las convenció de encender la radio y
enseguida escucharon el clamor desde la plaza. Aquel 29 de diciembre de 1940, el
gran Alberto Balderas había terminado su faena entre oles y vivas. Ahora tocaba
el turno a José González “Carnicerito” que se batiría a duelo con el toro de
Piedras Negras “Cobijero”.
En la segunda fila del toreo de la
Condesa, dos amigos sentidos porque Francisco Balderas les había prometido
lugares en la primera, veían como Carnicerito lidiaba al toro con maestría. No
era un toro peligroso, por eso casi a matar, se refugió en los tendidos de sol.
Ese momento lo aprovechó Carnicerito para voltear a presidencia y hacer un
brindis dando la espalda a Cobijero. Sin un peón para cortar el paso entre
Carnicerito y Cobijero, Balderas se echó el ruedo notando el peligro. En la radio dentro de la
casa de Copenhage 23 las palabras del locutor se entrecortan. Nadie entiende lo que está pasando.
El cronista taurino Guillermo Salas
menciona: “Balderas lo tocó con el capote, el toro se fijó en él y lo arrolló,
haciendo caso omiso al movimiento que con el percal alcanzó a hacer Alberto, lo
cogió y lo echó al lomo. El cuerpo del torero resbaló hacia la cabeza y el
burel tlaxcalteca lanzó el derrote, seco y seguro”. En la casa de Balderas las
caras desencajadas de la familia revelan el terror. Los médicos medirán posteriormente los 3 centímetros de abertura que recibió Alberto de una cornada. Solo Francisco Balderas, su
hermano, está con él en la plaza y lo recibe en las tablas mientras Alberto
llega tambaleándose.
- Ay mano, me ha matado – dice mientras
entra pálido con la sangre a chorros. En las gradas la gente se levanta intentando ver lo que
ocurre. Los médicos le aplican una inyección. Francisco le arranca el traje de
luces con una navaja. Alberto voltea a ver a su hermano y le dice – Pancho, me
siento muy mal, se me están durmiendo las piernas…
La prensa taurina odia aquella
infame temporada 1940-41. En enero murió Juan Gallo en Aguascalientes y desde
entonces casi en cada corrida salían toreros con cornadas, accidentes o pésimas funciones. La trágica
temporada hoy cierra con la última presentación del año. Alberto Balderas “El torero de México” ha
muerto.
En la casa de Copenhage se monta una
capilla abierta para que todos los fanáticos se despidan de él, la familia
quiere entregar su duelo a México. Minutos más tarde una procesión de inmensas multitudes va desde la
Zona Rosa hasta el Panteón Moderno de Tacuba donde le dan el último adiós. Una virgen de Guadalupe corona el sepulcro. Alguien menciona entre los
asistentes – Balderas iba todos los domingos a rezar a La Villa antes de la
corrida, pero el día que murió no fue – Tiene razón… fue el único domingo en
que no pudo hacerlo.
Los tauromanos supersticiosos
empiezan a encontrar premoniciones en sus últimos momentos: los amigos en
segunda fila, las hermanas que no quieren oír la radio, la visita ausente de la
virgen y el Toreo de la Condesa que para 1940 ya no es popular. Nada importa. Los próximos 6 años, intentarán limpiar el nombre de la plaza pero, El Toreo de la Condesa ahora está marcado. El primer torero muerto en su suelo
es, con pena de miles de aficionados, Alberto Balderas.
Comentarios
Publicar un comentario