Con la vida rota
“¡¡¡Chucho el roto volvió a escapar!!!”
Al
triunfo de la reforma, la mayoría de los soldados que habían servido a
los ideales de Juárez quedaron en la miseria sin reconocimiento alguno.
Uno de ellos, Jesús Arriaga, como pudo montó su negocio de carpintería
en la ciudad de México e inició un amorío con una pariente de Domingo
Benítez. Su vida pasaba sin pena ni gloria hasta la noche del 27 de
enero de 1868 cuando Benítez y su banda robaron la joyería Colonnier. La
siguiente es la historia de una justicia injusta y de cómo se rompe la
delgada línea que separa a los héroes de los villanos.
Acusado
injustamente por su relación con la pariente de Benítez, Arriaga fue
enviado a prisión. El juzgado lo declaró inocente por la falta de
evidencias pero el gobernador del DF, el consolidado héroe de la reforma
Juan José Baz, inventó cargos en su contra y lo envió al tribunal de
vagos. Ahí sería condenado al destierro a Yucatán pero antes de cumplir
la pena intentó suicidarse. Lo enviaron detenido al Hospital de San
Pablo y hasta entonces se dio cuenta del México cruel al que se
enfrentaba. Y una noche, simplemente, desapareció del hospital sin que
la autoridad le diera más importancia.
Arriaga comenzó a vestir
elegante pese a su evidente “físico humilde” y se inició en los robos a
mano armada con una caballerosidad inusual. Arrestado por sus delitos
siempre presentándose con un nombre diferente, Arriaga conseguía
condenas simplonas de apenas unos días. Apenas salía en libertad, volvía
a robar. Todo cambió el 8 de octubre de 1873 cuando decidió robar los
empeños del Monte de Piedad. El escándalo empeoró cuando la gente se
negó a pagar los empeños por las joyas perdidas e incluso reclamaron al
Monte de Piedad las pérdidas metiendo a la institución en graves
aprietos económicos.
Arriaga fue capturado y enviado a la cárcel de Belén como una celebridad. Apenas entró, escapó por un hoyo junto con otros 21 reos en 1875. A partir de entonces la prensa detalló una a una sus andanzas de las que constantemente lo apresaban y huía. Su botín era motivo de leyendas; se decía que encontró una casa abandonada en San Ángel a la que podía acceder por un túnel y que en los patios enterró las joyas y el oro que conseguía. Esa casa es hoy la Biblioteca de las Revoluciones.
Los robos con ingenio y la simpatía del personaje eran el entretenimiento de la prensa. En 1876 dejó en su celda una carta de despedida con dedicatoria al gobernador antes de escapar de nuevo. Y en 1880 trabajó como ayudante de mayordomo sin que hubiera ni una sola queja ni extravío de casa de sus patrones. Mientras tanto, por las noches cometía sus asaltos incluyendo la vez que robó dinero a un sacerdote. Con dinero suficiente se mudó a Querétaro con su compañera María Bermeo donde siguió sus andanzas.
Arriaga fue capturado y enviado a la cárcel de Belén como una celebridad. Apenas entró, escapó por un hoyo junto con otros 21 reos en 1875. A partir de entonces la prensa detalló una a una sus andanzas de las que constantemente lo apresaban y huía. Su botín era motivo de leyendas; se decía que encontró una casa abandonada en San Ángel a la que podía acceder por un túnel y que en los patios enterró las joyas y el oro que conseguía. Esa casa es hoy la Biblioteca de las Revoluciones.
Los robos con ingenio y la simpatía del personaje eran el entretenimiento de la prensa. En 1876 dejó en su celda una carta de despedida con dedicatoria al gobernador antes de escapar de nuevo. Y en 1880 trabajó como ayudante de mayordomo sin que hubiera ni una sola queja ni extravío de casa de sus patrones. Mientras tanto, por las noches cometía sus asaltos incluyendo la vez que robó dinero a un sacerdote. Con dinero suficiente se mudó a Querétaro con su compañera María Bermeo donde siguió sus andanzas.
Calles de Querétaro |
Y mientras en la noche
asaltaba personas y robaba tiendas disfrazado de sargento, de día
trabajaba en su peluquería, asistía sin reparo a la ópera e iba a los
paseos dominicales con total impunidad. Arrestado por última vez y
sometido a tortura finalmente confesó que con sus crímenes había logrado
enviar a su hija a Bruselas donde la educaban. Fue remitido a la cárcel
de Belén en la capital donde le reconocieron y lo enviaron en 1884 a la
fortaleza de San Juan de Ulúa de donde no podría escapar. Apenas
soportó un año dentro pues el 29 de octubre de 1885 murió de disentería.
La prensa no quiso creer su fin y simplemente publicó “Chucho el Roto
volvió a escapar”. El resto es leyenda. Novelas, revistas, radionovelas y montañas de historias que lo pintan como un robin hood por lo ocurrido en el Monte de Piedad aunque no fue así...
¿Bueno o malo? ¿Héroe o villano? Víctima de
las circunstancias, pero verdugo a beneficencia propia; quizá se trató
solo de un humano defectuoso como los cientos de dudosa moral que
habitamos el planeta. Aun así más vale una advertencia. Si de pronto se
entera de proxenetas con películas taquilleras, asesinos con exitosas
series de televisión y narcos alabados por el pueblo por pequeñísimas
acciones dadivosas; no se ofenda de un fenómeno que lleva mucho más de
150 años de antigüedad.
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