De la mano con la fortuna
“Una anécdota sobre la escultura que concede suerte a quienes la tocan”
El
5 de febrero de 1982 se inauguró la Plaza Tapatía como un puente
turístico entre la catedral de Guadalajara y el Hospicio Cabañas. Al
centro de uno de sus jardines se colocó una vieja escultura conocida
como “La diosa Fortuna”, pero una mañana amaneció mutilada. La mano y el
cetro habían desaparecido.
Una campaña tuvo lugar por todo el estado para recuperar la extremidad extraviada. Se ofreció una buena recompensa y en las iglesias los sacerdotes llamaban a la honestidad. Sin éxito y ante el temor de un mayor daño, la escultura fue reubicada en el lobby del Teatro Degollado en 2004. Era la quinta vez que Fortuna era cambiada de lugar.
Una campaña tuvo lugar por todo el estado para recuperar la extremidad extraviada. Se ofreció una buena recompensa y en las iglesias los sacerdotes llamaban a la honestidad. Sin éxito y ante el temor de un mayor daño, la escultura fue reubicada en el lobby del Teatro Degollado en 2004. Era la quinta vez que Fortuna era cambiada de lugar.
Hugo Testolini, restaurador y colaborador
de la Dirección de Patrimonio, se dio a la tarea de investigar la
historia de aquella escultura para resarcir su daño. La gente decía que
era una diosa caprichosa pues si se tocaban las monedas a sus pies,
atraía la suerte y la riqueza; pero si algún incauto se dejaba llevar
por su enigmática mirada y la veía fijamente a los ojos; pronto vendrían
las desgracias. Testolini tocó las monedas y comenzó a investigar los
caminos de la diosa.
Antes de llegar a la Plaza Tapatía estuvo en un extremo caótico de la ciudad frente a la Caja de Agua, soportando el tránsito pesado que constantemente se formaba en la zona. Antes de estar cubierta en smog, halló su paradero a principios de siglo pasado en el Museo Regional, rodeada de enormes enredaderas dentro de lo que entonces era un olvidado edificio virreinal.
Una ilustración lo llevó a ubicarla en el jardín Prisciliano Sánchez sobre un enorme pedestal, pero lo obra nunca se hizo por la tradicional falta de presupuesto. Y así llegó a verla rodeada de los gritos y juegos del Liceo de Niñas donde estuvo durante el porfiriato. Ahí había iniciado el viaje de Fortuna por Guadalajara, la mujer de 1.91 metros de altura, realizada en una sola pieza de mármol por encargo del arzobispo Pedro Loza en el caótico 1865.
Antes de llegar a la Plaza Tapatía estuvo en un extremo caótico de la ciudad frente a la Caja de Agua, soportando el tránsito pesado que constantemente se formaba en la zona. Antes de estar cubierta en smog, halló su paradero a principios de siglo pasado en el Museo Regional, rodeada de enormes enredaderas dentro de lo que entonces era un olvidado edificio virreinal.
Una ilustración lo llevó a ubicarla en el jardín Prisciliano Sánchez sobre un enorme pedestal, pero lo obra nunca se hizo por la tradicional falta de presupuesto. Y así llegó a verla rodeada de los gritos y juegos del Liceo de Niñas donde estuvo durante el porfiriato. Ahí había iniciado el viaje de Fortuna por Guadalajara, la mujer de 1.91 metros de altura, realizada en una sola pieza de mármol por encargo del arzobispo Pedro Loza en el caótico 1865.
Un documento le reveló el dato cumbre: no era una obra mexicana, el encargo se había hecho al italiano Carlo Nicoli en el Estudio Nicoli. Antes de iniciar con la restauración y para poder agregarlo al archivo, Testolini decidió curiosear sobre el lugar exacto en donde se encontró el taller. Fortuna le permitió viajar a Italia y al llegar al punto exacto del estudio, halló un Laboratori di scultura in marmo (fondato nel 1863). Testolini habló con el director del taller y le contó del viaje de la escultura, de los encargos de Nicoli, del vandalismo en que había caído y de su misión en restaurarla. Fortuna proveyó. El director sonrió al ver las fotos y le dijo – Carlo Nicoli es mi bisabuelo.
En 2007 el lobby del Teatro Degollado se convirtió en un taller de restauración. El 20 de febrero el bisnieto de Nicoli había terminado la mano y el cetro en mármol. Tras una limpieza profunda a cargo de Alfredo López Casanova y el propio Nicoli, la nueva mano en mármol de carrara quedó en su lugar. Terminada la escultura, esa fue la última vez que alguien tocó las monedas de la suerte. Desde entonces sigue ahí con su mirada severa contemplada por los tapatíos que conocen la leyenda de sus monedas, pero custodiada por un pequeño papelito que advierte “Favor de no tocar”.
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