El viejo oeste del lejano norte
“El auge y la caída de Durango como set de filmación”
El
calor abrazador apenas se sentía dentro de la avioneta de Jack Smith.
El diseñador de arte de las películas hollywoodenses sobrevolaba los
áridos suelos de México en busca de un oasis. Los buitres al mismo nivel
que él, volaban en círculos sobre una vaca desfallecida. Apenas crecían
unas cuantas plantas sobre la tierra y unos árboles huerfanitos se
levantaban entre el polvo de Durango. Jack, llamó por teléfono a Los
Ángeles; finalmente lo había encontrado.
Es el año de 1954. El peso valuado en $8.65 por dólar, tuvo su peor momento aquella semana santa cuando de la noche a la mañana pasó a $12.50. Y mientras el milagro mexicano se sacudía, los productores de las grandes casas de cine hallaron en México una oportunidad de abaratar los costos de sus grandes producciones cinematográficas. La fiebre del oro son las películas de vaqueros; y el lugar ideal para filmar, según Smith, estaba en el árido suelo de Durango.
Julio Bracho en Durango (Fotos: Mario Yaír T.S.) |
Es el año de 1954. El peso valuado en $8.65 por dólar, tuvo su peor momento aquella semana santa cuando de la noche a la mañana pasó a $12.50. Y mientras el milagro mexicano se sacudía, los productores de las grandes casas de cine hallaron en México una oportunidad de abaratar los costos de sus grandes producciones cinematográficas. La fiebre del oro son las películas de vaqueros; y el lugar ideal para filmar, según Smith, estaba en el árido suelo de Durango.
Llegar al Durango de los años 50 era entrar al salvaje oeste de un siglo pasado. La ciudad apenas tenía gente y los pobladores iracundos parecían salidos de una novela vaqueril. Los hoteles económicos y la mano de obra barata eran apenas las primeras ventajas en una zona donde los curiosos no estarían estorbando como en Estados Unidos. Durango se ajustó perfectamente a las convenciones del western que exigían sol violento, cielos limpios y geografías desgastadas. El México moderno de los 50 era prácticamente idéntico a EUA en tiempos de la Guerra de Secesión.
Así como las viejas caravanas colonizadoras de Oregón; llegaron luces, cámaras, rieles y actores guiados por Smith a conquistar la tierra. Aquella primera producción norteamericana filmada en Durango, “White Feather”, sería la última película panorámica antes del cinemascope. Los obreros mexicanos levantaron tipis y sirvieron como indios extras en las escenas. México era el escenario perfecto para seguir.
A las listas de pioneros
que a sombrero y pistola controlaron las salas de cine desde Durango se
sumaron nombres como Jane Fonda, Andy García, Bill Paxton, Charlton
Heston, Kirt Douglas, Kevin Costner, Paul Newman, Clark Gable, Gregory
Peck, Audrey Hepburn o Ringo Star. Con esos violines dramáticos,
harmónicas y guitarras de fondo; Jorge Russek llegó a actuar en tantas
películas que decidió filmar en sus ratos libres su propio documental:
“Durango, Tierra del Cine”. Los americanos le llamaban Movieland.
Jack Nicholson |
Para
cuando Jack Nicholson y Nestor Almendros llegaron en los 70 a filmar
uno de los últimos western norteamericanos, ambos se quejaban del brutal
despilfarro que las productoras hacían para filmar una escena: das
cámaras simultáneas, cuarenta tomas por plano, kilómetros de película
virgen desperdiciada; y al terminar una escena, toda la ciudad del cine
conformada por maquillistas, escenógrafos, vestuaristas, staff y
millares de camiones se movían unos cuantos metros para continuar.
Un funcionario duranguense llegó a proponer el “cobro por derecho de cielo”, que recaudaría dinero de toda aquella producción por el simple hecho de filmar el cielo de Durango. Los forajidos disfrazados de burócratas de traje y el gusto de la gente, dieron fin al western y así como llegó, un día de los 80 se apagó. De aquella historia; cantineros, indios, cancaneras, bandidos y vaqueros de bronce hoy aún se pasean por las calles de la ciudad, como recuerdo de un tiempo en que la gente soñaba en una sala de cine, aventuras del lejano oeste que ocurrían en los suelos agrestes de Durango.
Un funcionario duranguense llegó a proponer el “cobro por derecho de cielo”, que recaudaría dinero de toda aquella producción por el simple hecho de filmar el cielo de Durango. Los forajidos disfrazados de burócratas de traje y el gusto de la gente, dieron fin al western y así como llegó, un día de los 80 se apagó. De aquella historia; cantineros, indios, cancaneras, bandidos y vaqueros de bronce hoy aún se pasean por las calles de la ciudad, como recuerdo de un tiempo en que la gente soñaba en una sala de cine, aventuras del lejano oeste que ocurrían en los suelos agrestes de Durango.
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