Horror Vacui

“El terror al vacío en forma de arquitectura"
 
Fachada barroca de San Nicolás de Bari (Fotos: Mario Yaír T.S.)
 
Los aristotélicos insistían: La naturaleza aborrece el vacío. El mundo latino lo bautizó como “Horror vacui”, una forma de imitar la naturaleza creada por Dios. En las pinturas era ese espacio en blanco que no aportaba absolutamente nada y que todo buen artista debía evitar, pero cuando los europeos del siglo XVII se vieron aterrados por el más diminuto espacio vacío en la vida, dieron origen al mundo barroco.

Todo es profuso, recargado y caprichoso. Desde la forma rimbombante del habla con poesía alegórica envuelta en juegos de palabras, hasta el modo minucioso de preparar alimentos (más de 20 ingredientes distintos, cocinados de modo diferente para crear el mole poblano más simple). Horror vacui es el miedo a la nada que al paso de aquel siglo fue llevado al extremo. Así el estilo refinado francés del rococó burgués, en América alcanzó la exageración del churrigueresco. Fue un estilo de moda odiado por los que extrañaban las formas simples del renacimiento.

San Nicolás de Bari, Tlaxcala
 
Para cuando Juan de Palafox secularizó Tlaxcala durante su obispado, la población tuvo la oportunidad de levantar nuevos templos para nuevas congregaciones en los nuevos estilos que tanto gustaban a la que entonces llamaban, la población vulgar. Así nació en Panotla el templo de San Nicolás de Bari como uno de los más profusos de la época. No se llenan espacios vacíos por llenarlos, nada está ahí por casualidad.

Ponga atención al detalle: La santísima trinidad al centro levanta sus manos coronando a la virgen. Dios padre lleva una esfera en la mano que representa su dominio sobre el mundo. A ellos los enmarca una concha, símbolo por excelencia del bautismo. La virgen María ya coronada vuelve a aparecer sobre el arco de entrada, y sobre de ella, el patrono del templo, San Nicolás. El sol y la luna en la bóveda aluden a la crucifixión ya sea como la naturaleza humana de Cristo o como la totalidad de los astros en conjunción.
 
El arco está escoltado por querubines, las caritas aladas que fungen como guardianes de las cosas de dios. Los ángeles, guías de la salvación, custodian su inicio sobre el que se impregnan serafines. Águilas, helechos y uvas (indispensables para la liturgia) se combinan con la flora de la región como la flor de aceitilla o la tagetes lunata. Los santos en las columnas se identifican porque cargan iglesias, torres, vasijas, plumas, palmas, portan coronas finas o humildes hábitos. Las columnas deben asemejar el cuerpo humano: delgado en la base, robusta en el pecho y pequeña en la cima.

Detalle de la fachada del templo
 
Las cuentas de un rosario se notan entre las líneas de las cornisas y las formas caprichosas de un encaje litúrgico se adivinan en las paredes. Puntos que parecen holanes, argamasa que asemeja fuentes, yeso que parece cortinas, ondas que reflejan agua, estuco que parece plantas. El detalle sobre el detalle, sobre el detalle hoy excelso, antes fue un exceso. Una moda pasajera de mal gusto para la gente vulgar con la que se tenía que acabar.

Desde la Academia de San Carlos pronto llegó un respiro de la exuberancia llamado neoclásico. Los altares barrocos de madera cubiertos con oro se quemaron en fastuosas ceremonias y se cambiaron por columnas desnudas, figuras geométricas y adornos austeros. Y sin embargo, hoy, del templo de Panotla nadie quiere conocer su interior neoclásico, la fachada es la que importa. Las guías de turismo la anuncian con apenas unas cuantas palabras que no hacen justicia para describirla: “un templo sencillo, expresión del barroco popular”.
 
Templo de San Nicolás de Bari en Tlaxcala

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