La adoración de Ángel
“El último suspiro del modernismo mexicano"
Detalle: La adoración de los Reyes Magos (Fotos: Mario Yaír T.S.) |
Estamos
en Francia durante la delicia cumbre del modernismo. En el Gran Palacio
de los Campos Elíseos se inaugura el 31 de octubre de 1912 una muestra
más del Salón de Otoño. Este año será recordado por el dominio del
cubismo sobre la muestra. Csaky, Metzinger, Modigliani, Le Fauconnier;
pero también Moreau, Rossetti y Klimt. Entre estos últimos, una pintura
atípica atrae la atención de los parisinos…
Es un tiempo donde las obras se exhiben en enormes galerías repletas de plantas, cortinas, velas y en este salón, el aroma a incienso. Se consideró la obra más admirada de la muestra y la más compleja del autor: “La adoración de los Reyes Magos” pintada en 1911 por Ángel Zárraga. Apolinaire diría atinadamente más tarde – Zárraga es un ángel y Picasso un demonio.
Ángel es un modernista fuera de la caja. Mexicano de nacimiento, el estallido de la revolución lo llevó a huir a Europa que aún vivía en su letargo moderno. Por eso Ángel no aceptaba la modernidad agresiva, por eso prefirió Bruselas sobre Paris. Modigliani sería su amigo e incluso modelo de varias obras. Católico hasta la médula, Zárraga se inspiraba en las pinturas barrocas y renacentistas, llevándolas al nuevo canon moderno. Por eso la obra es enigmática. Desnudémosla:
Es un tiempo donde las obras se exhiben en enormes galerías repletas de plantas, cortinas, velas y en este salón, el aroma a incienso. Se consideró la obra más admirada de la muestra y la más compleja del autor: “La adoración de los Reyes Magos” pintada en 1911 por Ángel Zárraga. Apolinaire diría atinadamente más tarde – Zárraga es un ángel y Picasso un demonio.
Ángel es un modernista fuera de la caja. Mexicano de nacimiento, el estallido de la revolución lo llevó a huir a Europa que aún vivía en su letargo moderno. Por eso Ángel no aceptaba la modernidad agresiva, por eso prefirió Bruselas sobre Paris. Modigliani sería su amigo e incluso modelo de varias obras. Católico hasta la médula, Zárraga se inspiraba en las pinturas barrocas y renacentistas, llevándolas al nuevo canon moderno. Por eso la obra es enigmática. Desnudémosla:
La forma en que se negocia lo religioso con lo erótico. Las columnas tan grandes que no dejan ver el espacio donde estamos. El pesebre en segundo plano para darnos una cuna de sábanas blancas. Se puede sentir la ligereza de los hilos de la túnica transparente de Baltazar. Está de moda la egiptomanía, por eso las poses recuerdan a los glifos del Cairo. Las proporciones son hechizantes, los colores un deleite. Sume a eso el aroma a incienso del salón.
Zárraga es admirado por los coleccionistas pero olvidado por su gente. En París el cubismo triunfa como nuevo rumbo del arte. En México el erotismo y la religión no pueden ir de la mano. Peor aún, regresa en mal momento pues al nuevo régimen postrevolucionario no le gustan las obras religiosas, el presupuesto se le niega para dárselo a la dictadura del mural.
Zárraga no se da por vencido y acepta entrar en los nuevos estilos del Decó. Murales ya hacía en Francia desde los 20. Morirá dejando inconcluso uno en México. “La adoración de los reyes magos” es desde 2015 parte del acervo del MUNAL en la Ciudad de México. Un referente del homoerotismo (junto con las obras Saturnino Herrán). La prueba de la belleza discordante sobre una pintura que nos lleva al profundo sueño del niño en la cuna. El sueño que será una pesadilla conocida como la modernidad.
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