La óperra favorita
“El animal favorito de Adamo Boari escondido en Bellas Artes"
Dos
cosas encantaban al italiano Adamo Boari. Ver la ópera y los animales.
Por eso cuando una cachorrita Setter de pelaje café llegó a su vida, fue
la oportunidad de juntar sus dos más grandes pasiones. Boari bautizó
desde ese día a su perrita con el nombre de su ópera favorita, Aída.
Desde que Díaz le había comisionado a Boari un gran Teatro Nacional, el italiano viajó por todo el mundo para buscar inspiración en las grandes casas de ópera del mundo. Entonces descubrió que la arquitectura había cambiado. La revolución industrial era un capricho contaminador que alejaba a la humanidad de la naturaleza; era hora de volvernos a reunir con ella. El mundo se volcaba pues en las formas orgánicas del Art Nouveau.
Aquel mundo le dio a Boari la oportunidad de diseñar el majestuoso Palacio de Bellas Artes como un capricho personal. Sobre la fachada, Boari colocó los animales que más le gustaban de la fauna mexicana. Ahí siguen escondidos los coyotes, los chivos, los monos, las serpientes formando un arpa en las rejas y las víboras enmarcando las entradas. Hay montones de animales que ignoramos en la fachada, pero el más peculiar (y más buscado) es la supervisora de la obra.
Desde que Díaz le había comisionado a Boari un gran Teatro Nacional, el italiano viajó por todo el mundo para buscar inspiración en las grandes casas de ópera del mundo. Entonces descubrió que la arquitectura había cambiado. La revolución industrial era un capricho contaminador que alejaba a la humanidad de la naturaleza; era hora de volvernos a reunir con ella. El mundo se volcaba pues en las formas orgánicas del Art Nouveau.
Aquel mundo le dio a Boari la oportunidad de diseñar el majestuoso Palacio de Bellas Artes como un capricho personal. Sobre la fachada, Boari colocó los animales que más le gustaban de la fauna mexicana. Ahí siguen escondidos los coyotes, los chivos, los monos, las serpientes formando un arpa en las rejas y las víboras enmarcando las entradas. Hay montones de animales que ignoramos en la fachada, pero el más peculiar (y más buscado) es la supervisora de la obra.
Tan obediente como pocas, Aida acompañó todos los días a Boari desde su casa en la colonia Roma hasta el Palacio en construcción. Albañiles y escultores se enternecían con la perrita que movía la cola dentro y fuera del espacio. Boari decidió que ella sería su guardiana y plasmó su rostro en la fachada principal.
Pero cuando el gobierno maderista se veía en un apresurado declive, Boari supo que en cualquier momento la obra quedaría inconclusa. Así que dejó escondida en el sótano una maqueta monumental con cada detalle a como él había proyectado el Palacio con la esperanza de que algún día se concluyera. Dicho y hecho, el estallido de otra revolución con la decena trágica apagó el proyecto.
Boari volvió a su casa en la Roma acompañado de su perrita, a quien le diseñó un automóvil personal para que viera el mundo desde unas ventanas de cristal en la parte de atrás. Triste sueño truncado. No es posible saber que dolió más a Boari para 1916; si la muerte de su perrita o el tener que huir de un México que empeoraba. Boari murió en 1928 con la esperanza de que la maqueta algún día fuera hallada y de que Aida diera la bienvenida a quienes como él, amaran la ópera y los animales. Y así fue...
*Chisme del día recomienda: El blog Grandes Casas de México, de Rafael Fierro Gossman almacena e ilustra un compendio de las residencias antiguas más memorables de la Ciudad de México, entre ellas la que habitó Adamo Boari en la Colonia Roma.
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