¿La sala de los triunfos?
“La historia de estos murales está envuelta de fraudes, intrigas e intereses”
¿Crónicas
de un patrimonio perdido? Ponga atención a lo siguiente: El 19 de
octubre de 1917 el cónsul de Washington en Puebla, William O. Jenkins
fue secuestrado junto con su esposa. Apenas le dieron a ella las
condiciones del rescate, la liberaron y de inmediato se informó al
presidente Carranza la delicada situación. Los secuestradores son
Federico Córdova y Juan Ubera, dos conocidos delincuentes con quien
medio Puebla había visto a Jenkins relacionarse en los tugurios de la
ciudad.
Pagado el rescate y liberado Jenkins, Washington exige que el gobierno mexicano pague el dinero del rescate al propio Jenkins. Para el 14 de noviembre es acusado y detenido por autosecuestro, pero la presión norteamericana y el asesinato de Carranza dejan a Jenkins en libertad y con una gran fortuna conseguida por la indemnización. Así, para los años 20 comenzó a operar en Puebla la “Cadena de Oro”, una serie de inmuebles que convirtió en los grandes cines de la ciudad.
Pagado el rescate y liberado Jenkins, Washington exige que el gobierno mexicano pague el dinero del rescate al propio Jenkins. Para el 14 de noviembre es acusado y detenido por autosecuestro, pero la presión norteamericana y el asesinato de Carranza dejan a Jenkins en libertad y con una gran fortuna conseguida por la indemnización. Así, para los años 20 comenzó a operar en Puebla la “Cadena de Oro”, una serie de inmuebles que convirtió en los grandes cines de la ciudad.
Museo Casa del Deán y MM Cinemas |
Acusado
de fraudes fiscales, el presidente Abelardo Rodríguez intentó
expulsarlo del país. Al abandonar la silla, con su tradicional fortuna
presidencial, Abelardo tomó camino de empresario al presidir el consejo
de la “Impulsora de Cines Independientes”. Para entonces, los cines de
Jenkins sufrían terribles incendios donde la suspicacia saltó entre los
chismólogos, pues al atrapar a los incendiarios, la empresa desistía de
las demandas y preferían cobrar los altos seguros. Con la fortuna
creciendo, Jenkins se adueñó de poco más del 80% de las salas de cine
del país.
Así llegamos a 1953 cuando la Impulsora de Don Abelardo, compró un inmueble en la esquina de 16 de septiembre y 7 Poniente. Los sonidos de taladros y picotas comenzaron a resonar, pues a tan solo una cuadra de la catedral, la misión era colocar el más grande y fastuoso cine de Puebla. Entonces una llamada anónima advirtió a un grupo de amantes del arte quienes investigaron el asunto. La casa en proceso de demolición era la construcción más antigua (1580) de la ciudad.
Escudados en la Ley Estatal de Protección de Monumentos que convenientemente se había derogado dos años antes; sus patios, columnas, habitaciones y piedras, caían una a una en favor del cine mexicano. Entonces entró en escena el promotor cultural Pablo Ramón Loreto quien convocó a cuantos intelectuales pudo para defender la casona. Al grupo se sumaron Frida Khalo, Francisco de la Maza, Manuel Toussaint, Andrés Henestrosa, Germán List, Juan O’Gorman y Alfaro Siqueiros.
Así llegamos a 1953 cuando la Impulsora de Don Abelardo, compró un inmueble en la esquina de 16 de septiembre y 7 Poniente. Los sonidos de taladros y picotas comenzaron a resonar, pues a tan solo una cuadra de la catedral, la misión era colocar el más grande y fastuoso cine de Puebla. Entonces una llamada anónima advirtió a un grupo de amantes del arte quienes investigaron el asunto. La casa en proceso de demolición era la construcción más antigua (1580) de la ciudad.
Escudados en la Ley Estatal de Protección de Monumentos que convenientemente se había derogado dos años antes; sus patios, columnas, habitaciones y piedras, caían una a una en favor del cine mexicano. Entonces entró en escena el promotor cultural Pablo Ramón Loreto quien convocó a cuantos intelectuales pudo para defender la casona. Al grupo se sumaron Frida Khalo, Francisco de la Maza, Manuel Toussaint, Andrés Henestrosa, Germán List, Juan O’Gorman y Alfaro Siqueiros.
Placa conmemorativa del rescate |
La presión fue tal, que se obligó a la Impulsora a
detener las obras en la fachada y los cuartos principales (por ser lo
único no demolido aún). Estando a punto de llevar la escalera monumental
al tiradero, se detuvo el camión en seco y se obligó a reconstruirla
dentro del reducido espacio que quedaba. El Cine Puebla siguió su construcción y aún
sigue funcionando como sala de cine, pero del lado recuperado la
siguiente noticia desquebraja a los amantes del arte.
Estando reparando las paredes para restaurar la casa, al quitar los pliegos y pliegos de papel tapiz, salen a la luz antiguos murales renacentistas como nunca se habían visto en México. Escenas de Eritrea, Persia, la vida de Jesús, animales fantásticos, escudos nobiliarios, paisajes medievales y hasta cronos devorando a su hijo en una carreta tirada por venados. Es la sala de los triunfos; uno de los dos únicos cuartos que quedaron en pie de una casa que ocupó más de media cuadra. Nadie tiene idea de lo que había en el resto que se perdió.
¿El final de nuestra historia? Jenkis tenía tal fortuna que logró comprar los cines de la Impulsora y llevar a la bancarrota a Abelardo Rodríguez. Uno de ellos, el Cine Puebla que adquirió con todo e inmueble histórico. Restauró los murales, los convirtió en Museo a cargo de la Fundación Mary Street Jenkins y en 1985 lo entregó en comodato al Gobierno del Estado quedando en custodia del INAH. Intrigas empresariales, protestas artísticas e intereses gubernamentales. Si visita alguna vez La Casa del Deán, ahora sabe lo que se oculta detrás del papel tapiz del patrimonio.
Estando reparando las paredes para restaurar la casa, al quitar los pliegos y pliegos de papel tapiz, salen a la luz antiguos murales renacentistas como nunca se habían visto en México. Escenas de Eritrea, Persia, la vida de Jesús, animales fantásticos, escudos nobiliarios, paisajes medievales y hasta cronos devorando a su hijo en una carreta tirada por venados. Es la sala de los triunfos; uno de los dos únicos cuartos que quedaron en pie de una casa que ocupó más de media cuadra. Nadie tiene idea de lo que había en el resto que se perdió.
¿El final de nuestra historia? Jenkis tenía tal fortuna que logró comprar los cines de la Impulsora y llevar a la bancarrota a Abelardo Rodríguez. Uno de ellos, el Cine Puebla que adquirió con todo e inmueble histórico. Restauró los murales, los convirtió en Museo a cargo de la Fundación Mary Street Jenkins y en 1985 lo entregó en comodato al Gobierno del Estado quedando en custodia del INAH. Intrigas empresariales, protestas artísticas e intereses gubernamentales. Si visita alguna vez La Casa del Deán, ahora sabe lo que se oculta detrás del papel tapiz del patrimonio.
Hermoso relato de una terrible historia.
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