Una pared destruida
“Así nació el vals de los muertos”
El
Tío Macedas, como lo conocían en Yanhuitlán, ya no es lo que era antes.
Ya no era aquel joven que disfrutaba de tocar el violín en Oaxaca. Ya
no es el muchacho ilusionado que llegaba a la Ciudad de México tras
recibir una beca para estudiar música. Macedonio Alcalá ya tenía una
esposa y tres hijos por mantener. Lastimosamente su salario como músico,
incluso como director de banda, no era suficiente para mantener a su
familia.
Por eso había caído en una profunda depresión que ahogaba con alcohol en las cantinas. De aquellas noches en que su orquesta tocaba en fiestas y reuniones, solo quedaban recuerdos. Una noche, completamente embriagado, acabó tirado en la calle. El sereno de la noche mermó su salud con una tos que se le complicó. Todo se derrumbó en menos de un año; para 1868 ya no tenía fuerza alguna.
Por eso había caído en una profunda depresión que ahogaba con alcohol en las cantinas. De aquellas noches en que su orquesta tocaba en fiestas y reuniones, solo quedaban recuerdos. Una noche, completamente embriagado, acabó tirado en la calle. El sereno de la noche mermó su salud con una tos que se le complicó. Todo se derrumbó en menos de un año; para 1868 ya no tenía fuerza alguna.
Postrado en cama, la historia tiene dos versiones. La primera dice que José Maqueo viéndolo en tal estado, le dejó 12 pesos bajo la almohada sin que Macedonio lo notara. La segunda, que unos indígenas querían un vals para la virgen del pueblo, y sabiendo el estado de aquel hombre que fundó la orquesta del pueblo, decidieron encargarle el trabajo con 12 pesos.
Sea como fuere, al despertar, Macedonio encontró los 12 pesos y comenzó a llorar sobre el petate en que dormía. Agradecía aquellos pesos para mantener a su familia y llamando a su mujer le gritaba “¡Mira! Dios nunca abandona a sus hijos, ¡Dios nunca muere!”.
En tal estado de pobreza se encontraba, que compuso a cambio un vals en la pared de su casa con ayuda de un trocito de carbón que más tarde alguien transcribió al papel. A estas alturas de la historia, ya debe conocer el nombre del vals; al igual que los pocos vecinos y amigos que lo visitaban. El 24 de agosto de 1869 las noticias fueron trágicas. El alcoholismo, en forma de problemas hepáticos, había vencido a Macedonio.
Su hermano Bernabé quiso registrar la pieza como suya, pero los pocos amigos que conocieron a Macedonio, exigieron que se le reconociera la autoría. Hasta 1955 se le agregó la letra de Cipriano José Cruz, aunque la disquera afirma que el letrista fue Vicente Garrido:
“Muere el sol en los montes
Con la luz que agoniza…
Destino trágico. La tarde del 14 de enero de 1931 uno de tantos temblores azotó Oaxaca. La pared en donde el compositor estaba enterrado se vino abajo. No hubo manera de identificar los restos pues la mezcla de huesos era tal, que el gobierno no tuvo más opción que enviar todas las osamentas a la fosa común. Nunca más se supo de su paradero. Así se creó el himno lastimero de la ciudad… con un Macedonio en su lecho de muerte trazando compases en una pared.
…Pues la vida en su prisa
Nos conduce a morir”
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