El premio a la ingenuidad

“De cuando la colonia Juárez hospedó las conspiraciones de la Decena Trágica”

Casa del Embajador Anselmo Hevia (Fotos: Mario Yaír T.S.)
 
Es la noche del 17 de febrero de 1913 en el Palacio Nacional. A punta de pistola Victoriano Huerta entra sometido por Gustavo A. Madero al despacho del presidente Francisco I. Madero. Desde que inició el golpe de estado que mantiene ocupada la Ciudadela a manos de Félix Díaz, el personaje encargado de imponer orden a nombre de Madero, Huerta, ha tenido un desempeño ineficiente.  Antes de que Madero pueda decir cualquier cosa, Gustavo le arrebata la palabra y asegura que sabe los motivos de su ineficacia. Huerta es un traidor.
 
Gustavo lo había sospechado desde el día 10. Ese día todo México supo que Félix Díaz se había reunido tranquilamente con un comisionado de Huerta en la Pastelería de El Globo en la colonia Roma. Madero estaba por reemplazarlo pero su gabinete se opuso. - Yo bien sé –  decía Huerta frente al gabinete – que algunos desconfían de mí y me andan predisponiendo con el señor presidente; pero aseguro a ustedes que él quiera tocarle un cabello a nuestro chaparrito, tendrá que pasar primero sobre el cadáver de Huerta -. A partir de ese día, Madero confió ciegamente en Huerta, pero su hermano Gustavo jamás dejó de sospechar.
 
La impunidad con la que los conspiradores realizaban las reuniones a plena de luz del día, debía protegerse. Por eso el día 14 luego de que la casa de Madero en la colonia Juárez se había vuelto cenizas a manos de sus detractores, el embajador norteamericano Lane Wilson logró convertir toda la colonia en un sitio neutral por albergar la mayoría de las embajadas extranjeras. Y mientras la batalla de fuego ocurría en la Ciudadela, en la Juárez se llevarían a cabo los temas de espionaje y conspiración.

Antigua casa de Fco. I. Madero
 
Ahí, la noche del 16, el secretario particular de Madero, Juan Azcona, descubrió a Huerta con los simpatizantes golpistas Alberto Granados y Enrique Cepeda. Este último apodado el Loco Cepeda por ser un conocido borracho y mariguano que se decía ingeniero sin serlo y egresado del Colegio Militar sin terminar. Azcona le contó a Madero lo visto, pero cuando el presidente ignoró la advertencia prefirió decirlo a Gustavo. Gustavo era conocido por tener un ojo de vidrio, y le era más que suficiente para ver los hechos.
 
Ese día, dispuesto a descubrir todo, Gustavo en compañía de un camarada, se dirigieron a escondidas a la colonia Juárez. Seguían de cerca a Huerta para conocer sus pasos. De pronto lo vieron entrar a la casa de Nápoles y Liverpool donde vivía Cepeda. Antes de actuar, esperaron un rato y las sospechas se hicieron patentes al ver llegar a Félix Díaz a la tertulia. Entonces ambos entraron a la residencia.
 
- Discúlpeme general – decía Huerta mientras tomaba su coñac – pero como usted verá, aquí Don Gustavo me ha hecho su prisionero -. Al mismo tiempo, Alfredo Robles, quien fuera fiel maderista en 1910, visitaba al presidente para informarle oficialmente que existía una confabulación entre Huerta y Díaz. Madero refutó el informe. Ahora su propio hermano le traía a Huerta en bandeja de plata.

Londres 54 (A un costado de la casa del Loco Cepeda, hoy destruida)
 
Harto, Madero pidió a Huerta explicar la situación. Según Huerta, se había infiltrado en las filas de los rebeldes para desintegrarlos. Madero queda complacido y lanza una mirada compasiva a Gustavo. Para demostrar que no hay rencores, Huerta invita a Gustavo a comer el día siguiente en el restaurante Gambrinus. Madero ve con buenos ojos la invitación y logra que se estrechen la mano. El presidente reconciliador ha triunfado no sin antes lanzar una advertencia. Huerta tiene 24 horas para demostrar su lealtad. Huerta responde – Prometo a usted, señor presidente, que mañana todo habrá terminado…
 
Y así fue. Al día siguiente el héroe revolucionario, se convierte en un ingenuo hombrecito envuelto en una cobija con las iniciales GAM dentro de su celda en el Palacio Nacional. Nadie quiere prestarle los periódicos del día, pues en primera plana aparece el salvaje cadáver de Gustavo ya sin ojos frente a la ciudadela luego de ser encarcelado en el Gambrinus. Huerta asciende a la silla presidencial legalmente en menos de una hora. En cuatro días Madero se ganará el título de “mártir de la democracia”. Un extraño título honroso para un presidente que se negaba a escuchar. 
 
Placa conmemorativa en el sitio donde fue asesinado Madero en Lecumberri

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