Esos niños misteriosos
“Descubrieron los restos de dos niños pequeños en la capilla..."
Todo
Toluca estaba pasmado. A finales del siglo XIX, los vecinos de la
colonia Francisco Murgía decían que había un grupo de frailes que subían
a la Capilla del Calvario por las noches a rezar frente a dos
misteriosas cajas de madera. Fue hasta 1892 cuando las cajas fueron
abiertas, que se encontraron los restos en cera de dos niños pequeños.
Ambos fueron llevados a la iglesia de San José el Ranchito y desde
entonces ahí se encuentran.
Cuando la Guerra Cristera llegó a la ciudad, la gente comenzó a inventar la historia de que aquellos niños eran víctimas de la Guerra de Reforma. Se contaba que vivían felices en una familia católica, pero cuando su padre murió, la madre se casó con un masón que los maltrataba porque quería hacerlos negar del catolicismo. La leyenda popular aseguraba que este los degolló pero fue hasta que un sacerdote los confesó que, como un milagro, murieron en paz.
Aquella historia inventada que servía para ganar adeptos en los complicados tiempos de Calles y Obregón, en realidad ocultaba su verdadera identidad. La gente los visitaba constantemente pidiéndoles favores o mirando con curiosidad a través de las manos y el pecho por donde se asomaban sus huesos. Sería hasta varios años después que el templo hizo pública la historia oficial de tan venerados personajes para acabar con los rumores y las idolatrías.
Cuando la Guerra Cristera llegó a la ciudad, la gente comenzó a inventar la historia de que aquellos niños eran víctimas de la Guerra de Reforma. Se contaba que vivían felices en una familia católica, pero cuando su padre murió, la madre se casó con un masón que los maltrataba porque quería hacerlos negar del catolicismo. La leyenda popular aseguraba que este los degolló pero fue hasta que un sacerdote los confesó que, como un milagro, murieron en paz.
Aquella historia inventada que servía para ganar adeptos en los complicados tiempos de Calles y Obregón, en realidad ocultaba su verdadera identidad. La gente los visitaba constantemente pidiéndoles favores o mirando con curiosidad a través de las manos y el pecho por donde se asomaban sus huesos. Sería hasta varios años después que el templo hizo pública la historia oficial de tan venerados personajes para acabar con los rumores y las idolatrías.
Templo de San José el Ranchito |
Son Félix y Gaudencio, dos niños de 10 y 11 años que eran parte de la nobleza romana, pero con un obscuro secreto. A escondidas de sus padres y sin saberse las formas, ambos conocieron el cristianismo que empezaron a profesar fielmente. Considerados paganos por los romanos, fueron llevados a un tribunal para abjurar su fe. Cuando ambos se negaron, el juez determinó degollarlos y estos fueron enterrados a escondidas en las catacumbas de Santa Ciriaca. De ahí serían venerados posteriormente en la Europa medieval.
Las raras reliquias de cuerpo completo llegaron a Toluca en 1831 por permiso del Papa Gregorio XVI, como un recordatorio a los católicos de defender su fe en los primeros años del México independiente. Sería la victoria liberal de la Reforma la que obligó a los fieles ocultarlos en lo profundo del calvario. Dulce ironía pues la persecución sigue a estos personajes, víctimas no solo del martirio, sino de una religión que junto con otros millares de primeros cristianos torturados los utilizó para dar el mensaje de que la salvación divina solo se alcanza por medio del sufrimiento.
Y ahí siguen. Como una curiosidad para quienes se atreven a cruzar las puertas del templo. Un frasquito resguarda su sangre y detrás de ellos, la lápida mortuoria con que fueron enterrados escrita en romano antiguo. Félix y Gaudencio, los niños mártires de Toluca que para sorpresa de los habitantes, resultaron ser mucho más antiguos que toda la ciudad.
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