La cabeza mexicana
“La exclusiva receta para hacer cabezas reducidas fue descifrada por un mexicano”
Para
obtener la fuerza del enemigo, los indígenas amazónicos shuar
decapitaban a sus contrincantes para obtener su espíritu y exhibirlos
como un intimidante trofeo de guerra. Pero el enemigo debe hacerse ver
menor que el vencedor. Esta es la receta jíbara para reducir cabezas:
Separada la cabeza del cuerpo el proceso inicia dividiendo cuidadosamente la piel del cráneo, únicamente debe quedar la piel junto con el cuero cabelludo. Una pequeña bola de madera ayuda a mantener la forma que tendrá finalmente la cabeza, pero es necesario colocar semillas rojas en los parpados cosidos y amarrar la boca con tres pasadores de palma tanto para el motivo espiritual.
Se pone a hervir en un té de hierbas durante 30 minutos y finalmente se saca la cabeza reducida. Los detalles se ajustan con una piedra caliente moldeando la figura y una vez seca, los sobrantes de carne se rebanan con cuchillo evitando su degradación. El proceso concluye cosiendo la parte posterior de la cabeza y se tiñe con carbón.
Separada la cabeza del cuerpo el proceso inicia dividiendo cuidadosamente la piel del cráneo, únicamente debe quedar la piel junto con el cuero cabelludo. Una pequeña bola de madera ayuda a mantener la forma que tendrá finalmente la cabeza, pero es necesario colocar semillas rojas en los parpados cosidos y amarrar la boca con tres pasadores de palma tanto para el motivo espiritual.
Se pone a hervir en un té de hierbas durante 30 minutos y finalmente se saca la cabeza reducida. Los detalles se ajustan con una piedra caliente moldeando la figura y una vez seca, los sobrantes de carne se rebanan con cuchillo evitando su degradación. El proceso concluye cosiendo la parte posterior de la cabeza y se tiñe con carbón.
El secreto está en las especias. Lo que contiene aquel té misterioso, conserva la piel, evita que el cabello se quema o caiga y reduce la cabeza a la mitad. Hierbas tan variadas que los indígenas han guardado celosamente para ellos mismos. No por nada la demanda de estos curiosos artículos por los coleccionistas ocasionó una brutal guerra indígena en Panamá, Perú y Ecuador de 1930 a 1970. Desde entonces se comercian de resina, piel de animal o falsificadas; pero sin reducción. Hasta hoy, los ingredientes exactos de la mezcla son un misterio que fuera de los shuar, únicamente una persona en todo el mundo ha logrado descifrar.
Su nombre era Manuel Cano, un médico poblano al que cierto día de 1959 le llegó hasta sus manos el libro “Cazadores de cabezas del Amazonas”. Al descubrir el enigmático ritual, el tema lo apasionó como a muchos otros; pero a diferencia de ellos, Cano entró en acción. ¿Cómo era posible reducir una cabeza con un jugo de hierbas a menos de la mitad de su tamaño?
Siendo director de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Puebla, pudo consultar con colegas biólogos, químicos, médicos y antropólogos sobre las distintas fórmulas con las cuales podía completarse tan curioso suceso. El ingrediente principal era el tanino, una sustancia que podía convertir la piel en cuero.
Tras solicitar un permiso especial, el cuerpo de una mujer que nunca fue reclamado de la morgue de Puebla, sirvió para la ciencia. Manuel Cano cortó la cabeza cuidadosamente, separó el cráneo de la piel con la exactitud del bisturí; pidió un trozo de madera resistente con sus colegas de artes y él solo dio forma a la figura.
“Chole” hasta hoy la única cabeza reducida fuera del amazonas de todo el mundo, acompañó a Cano desde una esquina de su escritorio hasta su retiro. La cabecita pasó a la colección del Museo Casa de los Muñecos de la BUAP, pero exhibida simplemente como “cabeza jíbara” aunque no lo es. Un experto puede notar la diferencia: al hombre de ciencia no lo movió la superstición, por eso no tiene los característicos labios cosidos ni las semillas rojas en los ojos; lo movió la curiosidad científica. Pero una curiosidad lo suficientemente respetuosa como para llevarse a la tumba el secreto y dejar en custodia de los jíbaros, la receta original.
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