La venganza del refugio
“Cuando la justicia divina, si es divina"
Dice
la historia que con el fin de que los malhechores y ladrones dejarán de
reunirse en unas tierras de la Toscana, un campesino colocó en el hueco
de un árbol la imagen de una virgen María que había encontrado por ahí.
Aquel suceso ocurrido en 1690, desembocaría con la coronación de la
imagen por el Vaticano el 4 de julio de 1717. Era la Virgen del Refugio,
una virgen ampliamente venerada de la cual en su momento solo se
hicieron dos copias del milagroso retrato. La primera llegó a Roma; la
segunda a México.
Esta no es la historia de esa segunda copia (que se venera en Zacatecas), sino de un pequeño retrato, copia de la copia, que se hizo años después. Decorada con perlas, flores, lamina, oro y exvotos; esta copia de la Virgen del Refugio adornaba la capilla del Hospicio de Boca de Leones en Nuevo León.
Pasado un siglo, el México independiente se convirtió en zona de guerra. El ejército norteamericano comenzaba su invasión a México y en 1846 tomaron el hospicio convirtiéndolo (irónicamente) en su refugio, su cuartel. De religión protestante, donde las imágenes poco importan para el culto, dice una crónica que un militar bajó el retrato de la virgen y le pintó atrás un tablero de ajedrez para entretenerse.
Esta no es la historia de esa segunda copia (que se venera en Zacatecas), sino de un pequeño retrato, copia de la copia, que se hizo años después. Decorada con perlas, flores, lamina, oro y exvotos; esta copia de la Virgen del Refugio adornaba la capilla del Hospicio de Boca de Leones en Nuevo León.
Pasado un siglo, el México independiente se convirtió en zona de guerra. El ejército norteamericano comenzaba su invasión a México y en 1846 tomaron el hospicio convirtiéndolo (irónicamente) en su refugio, su cuartel. De religión protestante, donde las imágenes poco importan para el culto, dice una crónica que un militar bajó el retrato de la virgen y le pintó atrás un tablero de ajedrez para entretenerse.
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El retrato vandalizado |
De algún modo u otro, la noticia llegó al presidente del hospicio, fray Francisco Javier Flores quien corrió a la capilla donde estaba la imagen y encontró a los militares jugando sobre ella. Sin dejarse amedrentar, el padre Flores deshizo el juego y tomó furioso la imagen. En ese momento un soldado que veía la escena, se puso al lado del fraile y disparó para espantarlo por entrometerse en asuntos del ejército estadounidense. La pólvora ardiente cayó en los ojos del fraile pero lo sorprendente estaba por venir.
Flores se intentaba tallar los ojos quejándose por ardor, pero la estresante escena terminó cuando al otro lado del cuarto cayó al suelo uno de los soldados. Un soldado jaloneó al fraile para sacarlo, arrojándole el mentado cuadro. Adentro todos miraban atónitos lo ocurrido. La bala había chocado contra la pared y se había desviado a uno de los soldados matándolo al instante. El miembro caído era nada más y nada menos que aquel que había descolgado y pintado el tablero de ajedrez.
Convaleciente, Flores huyó a Zacatecas, al Colegio de Propaganda Fide de Guadalupe. Ahí sus hermanos lo ayudaron a sobrellevar la ceguera con la que viviría el resto de su vida, al tiempo que escuchaban como el ejército norteamericano entraba victorioso a la Ciudad de México. Resguardado con recelo, el cuadro que Flores no soltó ni un solo momento de su viaje, se volvió parte del colegio. La historia revelada por Flores y otros más que huyeron con él, permaneció en el archivo del lugar. Hoy el Museo de Guadalupe, situado en el antiguo colegio, exhibe en ocasiones aquel curioso cuadro vengativo y en la parte posterior, un mortal tablero de ajedrez.
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