Amigos de la guerra
“La complicada relación de
México-Israel y una fábrica cuestionable”
Durante el gobierno de Echeverría,
una fuerte tensión ocurrió entre México e Israel por muy variados motivos.
Aquellas tensiones escalaron a niveles críticos cuando el presidente ordenó
firmar a favor de la Resolución 3379 en la Asamblea General de la ONU que
definía al sionismo como una forma de racismo. El acto provocó un boicot
liderado por judíos estadounidenses que disminuyó los ingresos del turismo
hasta -7%. Un conflicto que puso en contra no solo a los países sino a las
comunidades judías mexicanas y estadounidenses. Por eso al llegar López
Portillo al poder lo ideal era resarcir las relaciones entre México e Israel.
El resultado es una historia bastante obscura.
Cuando José López Portillo recibió
al presidente de Israel, Efraín Katzir en 1977, este se convertía en el primer
mandatario judío en visitar el país. Portillo lo recibió con simpatía diciendo
– Llega usted al país que despierta cada mañana con las mañanitas del Rey David
-. Sometido México a reanudar las relaciones, la visita logró concretar la
creación de una fábrica de aviones en Mérida y los acuerdos se encontraron con
apretones de mano y firmas.
La inauguración ocurrió en 1979, año
clave para Israel pues mientras el mundo cultural conmemoraba el centenario del
natalicio de Albert Einstein, la política aplaudía el tratado de paz al que se
había llegado con Egipto. En ese marco nació en Mérida la IAI, Industrias
Aeronáuticas Israelíes; que al mismo tiempo colocó en Polanco, Ciudad de
México, unas oficinas para crear la Misión Permanente para América Latina.
Guiños rosas a la amistad de estado,
hubo muchos. Algunos de ellos impulsados por el Arquitecto Enrique Elías quien
al ver la relación con buenos ojos fomentó un simposio para recordar a Albert
Einstein en el Museo Nacional de Antropología. Una lista de científicos e
intelectuales notables entre los que se encontraban Octavio Paz, Ramón Xireau o
Sergio Nudelstejer se unieron a la celebración. Y mientras el notable acto
cultural se llevaba a cabo, en Israel, la Universidad Hebrea de Jerusalén
entregó el Doctorado Honoris Causa en Filosofía a López Portillo.
Para concluir la celebración
cultural en honor al científico judío, un busto monumental de Einstein
realizado por Tosia Malamud fue colocado en el parque México, donde habitaba
parte de la comunidad judía mexicana. Al evento asistirían el rector de la
UNAM, Guillermo Soberón, el presidente Portillo, el Embajador de Israel, Shaul
Rosolio, entre otros. Todo iba viento en popa hasta que alguien se preguntó
¿cuál era la “misión” de la Misión Permanente para América Latina?
El Partido Socialista de los
Trabajadores PST, había denunciado el 9 de septiembre de 1978, justo después de
la visita de Katzir a México, que las Industrias Aeronáuticas Israelíes
fabricaban material bélico. Se trataba, según la denuncia, de una fábrica de
misiles y aviones militares operada por un general retirado el ejército
israelí. En marzo de 1979, justo cuando iniciaban los festejos organizados por
Elías, el semanario Proceso dio a conocer que las oficinas en Polanco operaban
con “un alto número de agentes de seguridad <<no mexicanos>> que
pertenecen al Servicio de Inteligencia Israelí, el Mosad”. La misión permanente
consistía pues en vender material bélico a las dictaduras latinoamericanas
manufacturadas en una fábrica en México.
Guatemala, Nicaragua, Uruguay, El
Salvador. Ninguno se comparaba al principal cliente de Israel: el Chile de
Pinochet, principal compradora de armas y artículos de espionaje. El negocio
después se trasladó a la dictadura Argentina en donde poco importó el hecho de
que los generales argentinos tuvieran simpatía por el antisemitismo. Lo
negocios bélicos de Israel que la comunidad judía mexicana (e internacional)
ignoraban, se realizaron en el más profundo silencio y la prensa tardaría años
en acceder a la información.
En 1980 el busto de Einstein fue
inaugurado ignorando los primeros reportes de la prensa. Para entonces Proceso
describía las oficinas de Polanco como “una verdadera fortificación […] cuenta
con instrumentos especiales, circuitos cerrados de televisión, puertas
electrónicas de acero de 20 centímetros de espesor. Ningún escudo o cartel la
identifica como perteneciente a la embajada de Israel”. 26 años atrás, Einstein
mencionaba a un periodista cuando le cuestionó sobre la carta que habría
desembocado en la bomba atómica – He cometido un gran error en mi vida…
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