El moño desarreglado

“Así murió el alma de Benito Juárez”
 
Recinto Homenaje a Benito Juárez (Fotos: Mario Yaír T.S.)

Cansado de intentarlo varias veces y de que le quedara chueco, Juárez le llamó a su mujer – Margarita ¿Me ayudas? – En palabras de Andrés Henestrosa, Doña Margarita Maza dijo pícara desde el otro cuarto - ¡Qué inútil eres, señor Juárez! – y Benito se quedó quietecito mientras ella lo arreglaba.
 
Margarita y Benito vivían en el Palacio Nacional. Ya había pasado un año desde el triunfo de la república pero mientras el país entraba en una relativa estabilidad, las cosas en los cuartos del palacio se complicaron. Todo comenzó esa tarde de 1868 cuando Margarita tuvo un fuerte dolor en el vientre.
 
De los 11 hijos que ella había tenido, 5 habían muerto. Eso aumentado a su estadía en Nueva York durante la guerra de Reforma lejos de su marido, eran la explicación a sus constantes dolores según los doctores. Pero al paso de los meses las recaídas eran cada día más frecuentes y prolongadas, y ningún tratamiento surtía efecto. 
 
Antigua casa de Benito Juárez
 
La esposa del presidente comenzó a hacer viajes en busca de mejorar su salud; uno de ellos a las aguas termales de Puebla con la misión de que estas pudieran ayudarle. Como eran tan frecuentes e incesables los dolores, planeó un viaje a Europa para buscar ayuda. El propio ex ministro Seward le ofreció quedarse en su casa de Auburn, pero el viaje fue imposible. Los dolores eran tan insufribles que los periódicos daban cuenta de ellos para 1870.
 
Un día Juárez se dio cuenta que había dejado de lado a su familia. Conocido era de todos que acostumbraba trabajar desde temprano hasta la medianoche cuando se retiraba a dormir. Pero cuando volvió hallando a su esposa inquieta del dolor llorando al lado del lecho, decidió acortar su horario de trabajo hasta las 6:30 y mudarse con su familia a una lejana casa de descanso que tenían en San Cosme. Cuando todo parecía tranquilizarse para la familia, ocurrió que la tarde del 17 de octubre, Juárez sufrió un ataque al corazón.
 
Tumba de Benito Juárez en el Panteón de San Fernando
 
Cuando se inició la sesión del día 18 en la Cámara de Diputados, se anunció que aquel mal había cedido y que Juárez se hallaba fuera de peligro; pero no así con Margarita que por la impresión se agravó hasta el día 25. Nunca se supo cuál era el mal que la aquejaba, la familia Juárez aseguró después que se trataba de un cáncer que nunca se pudo diagnosticar. Quizá cervicouterino y por encontrarse en las partes íntimas, más difícil de hablar y mucho peor de tratar para la moral de la época. 
 
Las ausencias de Benito al palacio daban pie a los rumores de que Margarita había muerto en diciembre; pero el 2 de enero la familia Maza Juárez se reunía frente a una pálida y demacrada Margarita que buscaba a Juárez con la mirada.
- Cuida a Susana. Mira que se casen también por la iglesia – decía Margarita
- Vas a estar bien – le decía Juárez entre lágrimas mientras ella lo acariciaba y le daba una última sonrisa.
 
Placa en la antigua casa Maza Juárez en la San Rafael
 
Nunca volvió a ser el mismo. Quienes estaban en la casa en ese momento vieron el derrumbe de un héroe. El pastorcito al que el viento no lo movía en Oaxaca, el hombre reacio que defendió la Constitución del 57, el inexpresivo ante las victorias y derrotas de la Reforma, el inmóvil personaje de los retratos y los monumentos (como siempre se le ha querido retratar), se desmoronó lanzando un grito de dolor. Ella quería ser enterrada junto a sus hijos en San Fernando. Los diarios cuentan que Juárez perdió el color cuando vio bajar el féretro. “¿Es posible que mueran las personas a quienes más amamos?” decía Guillermo Prieto en el sepelio. A las 4 de la tarde del 2 de enero de 1870 el alma de Juárez había muerto.
 
Una semana después, cuando finalmente decidió volver al trabajo, Juárez volvió a su casa en el Palacio Nacional. La primera noche durmiendo solo en la cama del palacio fue insoportable. A diferencia de los tiempos de guerra, Margarita no volvería a estar ahí. Lerdo de Tejada lo vio más tarde en su despacho para contarle los aconteceres cómo de costumbre, pero lo primero que vio fue una cara nostálgica mirando un retrato y un moño desarreglado sobre el cuello de Juárez.

Cuarto de Benito Juárez en el Palacio Nacional

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