Éxito limitado

“Un templo churrigueresco, recuerdo de un sueño truncado”
 
Portada de San Cayetano (Fotos: Mario Yaír T.S.)
 
Antonio de Obregón, un joven afanoso de recursos limitados, vivía en Guanajuato asombrado por las historias de la veta madre de plata descubierta en 1548. Lo cierto es que pese a que todos sabían que ahí estaba, nadie la había podido explotar a fondo, por eso Antonio se fijó la meta de trabajarla.
 
Encomendado a San Cayetano, patrono del trabajo, Antonio logró convencer al rico comerciante Pedro Luciano, de financiar el funcionamiento de la obra. Así en 1760 Antonio inició la dirección de la búsqueda pero sin ningún éxito. Fracaso tras fracaso, sus amigos Manuel de la Riva y Antonio Cárdenas lo acompañaban en sus penas y alegrías. Manuel aspiraba a ser un grandioso arquitecto y Antonio a decorar con exquisitez churrigueresca con su mano de escultor.   
 
Vestigios de la mina La Valenciana
 
Así transcurrían los días en la mina de La Valenciana, un día alguien moría, otro día la extracción no sacaba nada, otro día los impuestos no se habían pagado y francamente había para Don Antonio más perdidas que ganancias. Pedro Luciano, harto de las pérdidas se negó un día de marzo a financiarlo más; y Don Antonio a base de empeños y préstamos neceó los obstáculos. De un día para el otro, en 1770, el milagro llegó.
 
Los carros cargados de plata anunciaron el hallazgo de un espacio tan rico como prominente que año con año crecía. Era tal la riqueza de su tierra que la sola mina de La Valencia producía tanta plata que superaba la suma de las minas del Perú. En menos de 5 años, Antonio de Obregón y Alcocer se convirtió en uno de los hombres más ricos del mundo. Los alrededores de la mina pronto se volvieron todo un poblado en donde sus amigos también vivieron.
 
Retablos de San Cayetano
 
Dichoso de compartir su éxito, en 1775 decidió que era momento de que la mina contara con su propio templo. Exactamente a un costado de la entrada de la mina nombró a Andrés Manuel de la Riva como Maestro Arquitecto y a Manuel Antonio Cárdenas, maestro carpintero escultor. Tan complacido quedaba con ellos que los recomendaba entre los aristócratas y al mismo virrey de Bucareli.
 
Hechos los trazos y colocadas las primeras piedras del proyecto, el 16 de marzo de 1776 inició la construcción como recuerdo al día en que se le negó el último préstamo, pero crueles vueltas del destino, el éxito no está reservado para todos y juega de modos macabro. Casi exactamente un año después, el 24 de marzo de 1777, De la Riva se sintió enfermo de repente y no se pudo parar más de la cama. Casi enseguida, falleció. Ocurrió pues que Manuel se encargó del resto de la obra agregando más detalles de los que correspondían, pero tétricamente, alrededor de la primera semana de marzo de 1781, Manuel también falleció.
 
Templo de San Cayetano
 
Decenas de arquitectos se presentaron a terminar la obra, pero Don Antonio neceaba en que aquello solo podrían terminarlo sus amigos. Por eso la iglesia inconclusa quedó cerrada hasta el día de 1778 en que también Don Antonio los acompañó. Con una torre inconclusa y el medallón de un reloj que nunca se colocó, su hijo aprovechó el momento para dar por terminada la obra, consagrarla y empezar con sus actividades.
 
Dicen que 4 recintos religiosos son las muestras más hermosas del churrigueresco novohispano: El fastuoso Templo de San Francisco Javier en Tepotzotlán, la imponente Catedral de la Virgen de la Asunción en Zacatecas, la majestuosa Parroquia de Santa Prisca en Taxco y la Iglesia de San Cayetano en Guanajuato. Solamente que de esta última, sueño truncado del éxito de un par de amigos… nunca se terminó.
Templo de San Cayetano

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