La enfermedad de cara flaca
“Hasta el día de hoy no se conoce la enfermedad exacta que originó a esta epidemia mexicana”
¡Atento
a los síntomas!: empieza con una sed constante y fiebre alta. La lengua
se obscurece. La orina empieza verde y luego sale negra. La piel toma
un tono amarillezco y unos granos enormes aparecen detrás de las orejas.
La complicación comienza con delirios o convulsiones. La muerte se
anuncia con diarrea y vómito. Todo acaba con un cuantioso sangrado por
todos los orificios del cuerpo. Si presenta alguno de estos síntomas, no
intente llamar a su médico; pues se ha contagiado de una de las
enfermedades más misteriosas de la tierra.
Junto con la epidemia de baile de Estrasburgo en 1518 y el brote de muelas explosivas de Pensilvania en 1817, el nombre de México figura en la lista de enfermedades extrañas y misteriosas con un mal que azotó a la Nueva España durante el siglo XVI: El Cocolitztli.
Junto con la epidemia de baile de Estrasburgo en 1518 y el brote de muelas explosivas de Pensilvania en 1817, el nombre de México figura en la lista de enfermedades extrañas y misteriosas con un mal que azotó a la Nueva España durante el siglo XVI: El Cocolitztli.
Museo ambulante de Figuras de Cera |
Los frailes sabían por los indios que la enfermedad de “cara flaca” les había afectado varias ocasiones. Desde su aparición en 1545 se creía que era una maldición divina por dejar que los españoles pisaran su territorio. En el Códice Aubin se describe como “la peste que consistió en echar mucha sangre por las narices”. El mayor misterio recaía en que solo los indios morían, pero el resto de las castas sobrevivía (la mayoría de las veces); por ello el virrey delegó su tratamiento a los médicos indígenas.
Todo se complicó en 1576 cuando llegó la Gran Peste, la Huey Cocolitztli. Aquel año la enfermedad se volvió epidemia y los médicos españoles tuvieron que sumarse a tratar el mal. Las crónicas son alarmantes. Se decía que los enfermos sentían tanta sed y tenían tanta fiebre que se arrojaban a los canales y ríos para apaciguar sus males. La gente sin saberlo tomaba el agua de las acequias sin ninguna precaución propagando más el daño.
En aquel tiempo en el Hospital Real de Indios (sobre el actual Eje Central) el cirujano Alonso López de Hinojosos practicaba autopsias en un anfiteatro con el fin de que los médicos pudiesen descubrir una cura. Entre los asistentes se encontró el botánico Francisco Hernández de Toledo pues creían que las plantas podían tener la respuesta. Para ese año, los frailes ya registraban numerosos casos en Texcoco, Tlaxcala, Cholula, Chalco, Michoacán y uno espantoso que azotó a todos los habitantes de Cusco en Perú.
Pero el episodio más obscuro ocurrió en la Villa de San Ángel, donde se asegura que los habitantes habían llevado con mentiras a los indios enfermos a un predio para curarlos. Una vez dentro del inmueble, lo tapiaron y le prendieron fuego con los enfermos dentro. El lugar sería conocido como La Casa Negra, hasta que en el siglo XIX la rentó el Obispo Joaquín Fernández Madrid quien descubrió las osamentas al remodelar los cimientos. El predio hoy lleva el nombre de Casa del Obispo Madrid.
Tras una revisión a los esqueletos que sufrieron la enfermedad en Oaxaca, el Instituto para la Ciencia de la Historia Humana de Alemania, la Universidad de Harvard y el INAH descubrieron restos de una bacteria en los dientes; la salmonella. De ser así, sería la primera vez que este patógeno (habitual en el pollo y los huevos) adquiere el nivel de epidemia. Aunque para muchos no explica su característica más conocida: el arrojar sangre por los orificios. Lo único cierto es que desde hace 500 años, esa lúgubre enfermedad jamás ha vuelto a aparecer.
Comentarios
Publicar un comentario