Las huidas de Leonora

“Leonora Carrington abandonó México dos veces. Estas fueron sus razones...”

Casa de Leonora Carrington (Fotos: Mario Yaír T.S.)

Renato y Leonora se casaron en 1941 y ella lo acompañó a México huyendo de la guerra que se avecinaba. Pasarían varios años antes de que Benjamin Péret les consiguiera vivir en colonia Roma, la única a donde los exiliados adinerados podían aspirar. Así Leonora Carrington ocupó la casa de Chihuahua 194. Pero esta no es la historia de cómo llegó sino de cómo se fue.

La primera vez que huyó, lo hizo en 1968 cuando una asediada Elena Garro contactó al gobierno de Ordaz para entregar la “lista negra”. En la famosa lista escrita por Garro, anotó los nombres de los intelectuales que creía, conspiraban contra el gobierno y sus políticas. No era nada relevante, pues desde hacía años la DFS sabía no solo los nombres, sino sus movimientos exactos en la vida diaria. Todo el mundo sabía quiénes eran militantes comunistas, de oposición o críticos del régimen. El problema vino cuando los periódicos la publicaron bajo un escandaloso titular.

Tras la masacre de estudiantes y las detenciones arbitrarias, más de uno temió. Entre esos intelectuales se encontraba Leonora, acusada de pintar la obra “Lepidóptera” que denunciaba la persecución estudiantil. Como protesta o como miedo, Leonora abandonó México por un año entero, pero en términos reales su salida no provocó angustia en un país donde los ismos se olvidaban para dar paso a la ruptura. Y por otro lado los políticos mexicanos sumarían a los artistas rebeldes a su proyecto cultural aparentando una relativa apertura al “cambio” y la “libertad de expresión”.

Lepidóptera. Leonora Carrington. 1968. (Foto: INBAL)

Carrington volvió solo para llevarse su segunda gran desilusión mexicana. Desde su casa aquella mañana de 1985 escuchó el crujir del edificio de departamentos de enfrente que colapsó casi por completo dejando a la gente emparedada frente a sus ojos. Una agencia internacional envió perros de rescate destinados a aquel edificio pero ante un gobierno que permanecía reacio a aceptar ayuda y con autoridades sumidas en la corrupción, Leonora escuchó de amigos cercanos cómo los perros al poner un pie sobre el país, fueron desviados y vendidos como animales de compañía entre los altos funcionarios. Marina Warner dice: “Carrington sintió que no aguantaba más vivir en México”.

Se establecería desde entonces en Nueva York y luego en Chicago. Y pese a todo, volvió una vez más en 1991. Los motivos son especulaciones. Los realistas dicen que ya era difícil iniciar una nueva vida en otro país; los románticos, que la orilló su amor a México. Para las monografías, tras su huida de la II Guerra Mundial, su vida en México parece ser monótona o ni siquiera se le menciona. Parece que llegó, pintó y murió… Su juventud parece más emocionante que los 70 años vividos, sufridos y amados en el país que la cobijó.

Carrington viviría los últimos años de su vida en aquella casita de la Roma. – Quien diga que la vejez es idílica, no sabe lo que es ser viejo. Con los años también se van los sueños – diría Leonora en una de sus últimas entrevistas, sentada en la sala de su casa; con las ruinas de un edificio como paisaje de un amargo sueño surreal a punto de terminar.
 
Edificio colapsado de la Col. Roma frente a Chihuahua 194

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