Las mujeres misteriosas
“El único adoratorio prehispánico de
México, exclusivo para el culto femenino”
Los turistas van a Cacaxtla por los
murales. Son impresionantes sin duda, pero solo las conocedoras se acercan a
Xochitécatl. Son dos cerros separados el uno del otro pero cercanos entre sí.
Aunque se consideran zonas arqueológicas diferentes, en tiempos prehispánicos
eran sitios hermanos.
Los ancianos cuentan que en las
faldas del cerro era habitual ver a una mujer hermosa que lavaba su ropa. Los
hombres la veían y ella al notarlos los llamaba y les pedía que le ayudaran a
cruzar el río. Ni tardos ni perezosos, cargaban a la mujer y cruzaban el calmado
río con la mujer en brazos cuando al mirarla, esta se convertía en una
monstruosa serpiente que los devoraba. Por eso nadie subía el cerro, por eso
dejaron una cruz en la cima y nadie se acercaba ahí.
Pero siempre se supo que encima de
aquel volcán apagado había una pirámide, así lo menciona Diego Muñoz en 1581,
Juan de Torquemada en 1615, Hubert Bancroft en 1883 y Eduard Bancroft en 1902.
Sería hasta los años 60, cuando la bonanza económica institucional lo permitió,
que se realizó por primera vez un trabajo de excavación con coordinación de
Budo Spranz, desde entonces los arqueólogos dejaron a un lado la leyenda y
comenzaron a explorar el cerro.
Un hombre jamás lo hubiera notado y
quizá no le hubiera dado importancia, pero cuando entre la lista de
investigadores (generalmente extranjeros) se sumó Mari Carmen Serra en 1993, la perspectiva
cambió. Son las mujeres misteriosas. Primero una o dos pero luego docenas y docenas
de figuritas de barro que aparecieron en los alrededores con las mismas
características. Todas eran mujeres.
Se habían encontrado en la Pirámide
de las Flores junto con vasijas y cuentas. Las había de todo tipo y clase
social. Había ancianas, jóvenes, guerreras, diosas, con tocados sacerdotales o
huipiles muy sencillos, a veces mutiladas de los dientes o con orejeras y
collar. Las dividieron en dos; las “oradoras” que aparecieron con los bracitos
alzados o a veces sentadas, y las embarazadas que eran las más numerosas y
tenían un huequito en el vientre donde había figuritas representando al recién nacido.
Xochitécatl es la gran diosa madre y
es el lugar donde mora la mujer. Si los murales de Cacaxtla son impresionantes,
Xochitécatl es nada más y nada menos que el único lugar prehispánico de culto
exclusivamente femenino hasta hoy conocido. Y sin embargo pese a esta
curiosidad, ha resultado imposible saber la identidad de las figuras y los
motivos del culto. No se sabe si son diosas o sacerdotisas. No se sabe si eran
gobernantes que realmente existieron o si formaban parte de los mitos. No se
sabe si servían para el nacimiento y la maternidad o si se trató de un lugar
de culto para las mujeres muertas en el parto.
Todo lo que se sabe es que
mientras Mari Carmen coordinaba el rescate arqueológico, un día apareció en la
pirámide de las flores un monolito de una mujer con la boca abierta y con
cuerpo de serpiente. ¡Es esa! Decían los ancianos del pueblo. Era la reina
Xóchitl; la mujer serpiente que no dejaba a ningún hombre acercarse al cerro y
que por intervención de una arqueóloga, un día dejó de aparecer…
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