Los espíritus del tiempo
“Autómatas de madera que dan la hora en la ciudad"
Las
manos de Luis Hernández han pasado por varios relojes que hoy suenan en
la ciudad. Si conoce el reloj chino de Bucareli, el de la catedral, el
monumental de Pachuca o el Otomano de Bolívar, ha escuchado un trabajo
médico realizado por Don Luis. Pero de todos ellos, uno lo hizo por
pasatiempo y gusto personal.
Cuando en la iglesia de Xochimilco hallaron un mecanismo relojero venido a menos, decidieron venderlo como chatarra en 1998. Luis al ver que se trataba de un reloj monumental, lo compró y su reto personal fue echarlo a andar. Era un reloj inglés fabricado en 1895 que luego de inspeccionarlo, repararlo y ponerlo a funcionar, sus amigos relojeros le dijeron que podría formar parte de la casona que varios habían rentado.
Cuando en la iglesia de Xochimilco hallaron un mecanismo relojero venido a menos, decidieron venderlo como chatarra en 1998. Luis al ver que se trataba de un reloj monumental, lo compró y su reto personal fue echarlo a andar. Era un reloj inglés fabricado en 1895 que luego de inspeccionarlo, repararlo y ponerlo a funcionar, sus amigos relojeros le dijeron que podría formar parte de la casona que varios habían rentado.
Soldadito campanero |
El lugar es una pequeña placita en el Centro Histórico que cobija los negocios de los relojeros viejos de la ciudad. Se llama Plaza del Reloj y en algún momento pensó en hacerse un museo del reloj con las impresionantes joyas de aquellos coleccionistas, pero las constantes vueltas al asunto que le dieron Cuauhtémoc Cárdenas y Martí Batres, acabaron por desechar la idea a la basura. Los inmuebles propuestos terminaron siendo parte de pasajes comerciales que fueron más rentables para algunos y el sueño terminó.
De aquel proyecto solo queda el reloj monumental de la fachada. Es el viejo reloj inglés de Xochimilco pero con una novedad. Sobre lo que fueron los viejos ventanales de la casona, unos ebanistas mexicanos construyeron unos soldaditos de madera que a modo de autómatas, aparecen a la puerta cada hora. Luis aún inspecciona su reloj reparando cualquier detalle que haga falta.
Tocando unas campanas dando la hora, haciendo sonar un fonógrafo y girando el mecanismo que hace funcionar al reloj; los soldaditos permanecen escondidos como uno de los secretos mejor guardados de la ciudad. Cada hora salen a recordar el proyecto de un museo perdido que se esfumó en el tiempo.
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