La bondad del fraile
“El protagonista del milagro del
árbol de la santa cruz en Querétaro y su luminosa vida”
El convento de la Santa Cruz está
envuelto de sucesos legendarios y sobrenaturales. Por sus pasillos caminaba Sor
Marcela, la monja por quien según la leyenda el Marqués Juan Antonio de Urrutia
construyó el acueducto de Querétaro y razón por la cual el primer arco inicia
dentro del convento. También es el sitio donde el indio Conin y sus tropas
vieron al apóstol Santiago entregando una cruz de piedra que significó el
inicio de la evangelización y que se custodia dentro del templo. Pero la más
curiosa es quizá la historia de Fray Antonio Margil, el fraile de los pies
alados.
En pleno periodo barroco, el padre Margil había sido
seleccionado junto con otros 24 franciscanos para integrar el Primer Colegio de
Propaganda Fide de Querétaro, por eso viajó de Cádiz a la Nueva España el 4 de
marzo de 1683 y el 15 de agosto de 1683 culminaron la fundación del Colegio de
la Santa Cruz con la tarea de crear misiones y evangelizar toda la Nueva
España.
Completo el colegio, Fray Margil
tomó un trozo de madera de un árbol seco y usándolo como bastón, inició su
caminata evangelizadora junto a Fray Melchor. Una caminata que lo llevó a
México, Veracruz y Tabasco. En Tuxtla casi muere enfermo, en Costa Rica los
indígenas los recibieron con hachazos y en Colombia recibieron una carta en
donde se les solicitaba volver, pues la fundación de Querétaro había prosperado.
Se dice que para entonces ambos tenían los
hábitos rotos, los pies espinados, llenos de llagas e infectados por piquetes
de moscos. Aquello era recibido por los frailes como un premio glorioso pues tenían que
estar acostumbrados al suplicio y al sufrimiento por ser la única forma de alcanzar la divinidad padeciendo los mismos tormentos que Jesús en
la cruz.
Fueron entonces de regreso por la
Sierra Lacandona, pasaron a Guatemala y llegaron a Yucatán. Ahí, Margil ya tenía tanta
experiencia en la caminata que en 1694 se le encomendó trazar los
caminos de Campeche, Yucatán y Guatemala (mismos que hoy forman parte de las autopistas). Por un motivo no muy santo, fray Margil decidió volver ahora si a Querétaro, mientras que fray Melchor se quedó en Yucatán. Cuando por todo Centroamérica adquiría fama de santo, finalmente,
luego de 14 años de caminata evangelizadora el fraile entró con un festivo repique de
campanas de nuevo a Querétaro el 22 de abril de 1697.
Nombrado guardián del colegio, el
padre no dejaba de salir en misiones y cuentan que cierto día regresando de una, tomó aquel
viejo bastón que lo ayudaba y lo apoyó en la huerta del convento. El fraile lo
dejó ahí olvidado y como nadie quería tocarlo por pertenecerle, ahí se quedó.
Entonces partió el fraile ahora con rumbo norte y
estando él en viaje, el bastón comenzó a florecer. Pero no era un árbol común,
era un árbol que en vez de frutos daba espinas. Espinas con forma de cruz.
Cuentan los creyentes que ese fue
uno de los tantos milagros del fraile bondadoso. Que muchos lo han cortado y
plantado en sus casas pero entonces comienza a dar espinas con formas
irregulares, por eso para la gente que quiere comprarlas, aseguran que solo en el
convento se venden las originales. Sin embargo la historia omite una sección de su vida, porque es vergonzoso de contar. ¿porqué si Fray Margil era tan santo y bondadoso en el sur del país decidió volver a Querétaro y nunca más regresar para allá? Fray Margil era buen caminante, pero no tan buen santo
como le hacen llamar.
En sus cartas de puño y letra
escritas entre 1690 y 1691, el padre habla abiertamente de sus ganas de azotar
indígenas por no cumplir sus tareas. De hecho a uno lo tomó del cabello y lo
arrojó fuera de la iglesia porque no quería volver con su esposa en Costa Rica.
A los lacandondes los bautizaba pero cuando los descubrió haciendo ritos
paganos en la clandestinidad preguntó si podía latiguearlos para corregirlos.
Fray Margil no era tan bondadoso pues frecuentemente aplicó la evangelización por la fuerza (como se acostumbraba entonces) y eso le llevó a ser odiado por comunidades indígenas como aquella en Costa Rica donde los recibieron con hachazos. Fray Margil no toleraba vivir ahí.
Estas cartas junto con muchas otras situaciones fueron las que a su muerte le
frustraron el nombramiento de santo, pese a que amigos y aliados contaban sus
muchos milagros. Decían que curaba a los indios con yerbas, que caminaba como si volase e incluso se contaba uno en que supuestamente su vara misional, conocido
árbol de la familia de las mimosas, de pronto dio frutos de espinas en forma de
cruz… Historias que se crearon para acrecentar su fama, pero con el fin de decir en ciertos inmuebles religiosos de la Nueva España que - aquí estuvo un santo y dejó su milagro -.
Estando en Querétaro, a Margil se le propuso volver al sur a continuar la tarea evangelizadora, él insistió en que no lo
haría sin escolta armada. Cuando el gobernador de Costa Rica le negó entregar
50 soldados para imponer la fe, Margil se encaminó con rumbo al norte en 1706 y
nunca volvió. Gravemente enfermo en la enfermería de San Francisco el Grande en
la Ciudad de México, Margil murió el 6 de agosto de 1726. Los crónicas cuentan que aque santísimo fraile cuyos métodos para la época eran poco cuestionables, simplemente murió susurrando “ya es hora
de ir a ver a dios”.
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