La conspiración de Donceles
“La trama para asesinar al virrey durante la Guerra de Independencia”
Un
escándalo de alegría comienza a resonar en las calles a las 8:30 de la
noche. Disparos de artillería y las campanas de las iglesias repicando.
En la casa de, hoy Donceles esquina con Allende, se celebraba una
tertulia exactamente al mismo tiempo y tal estallido de júbilo en la
ciudad llamó la atención de los asistentes. De pronto un invitado entró
dando la noticia que heló la sangre de todos. Miguel Hidalgo y sus
generales acaban de ser capturados.
Era el 8 de abril de 1811 cuando el fracaso ahogó el corazón de los amigos que vieron sus ideales perdidos. - ¡PUES QUÉ! – gritó imponente la señora de la casa desde el centro de la estancia - ¿No hay otros hombres en la América que los que han quedado prisioneros? -. Con su elegante vestido de noche y la mirada de una fiera, alteró a los derrotados hombres que se preguntaban qué podían hacer si la lucha armada estaba tan lejos de la ciudad y ellos sin armas, sin aliados, y sin esperanza. Tras pensarlo unos minutos ella simplemente dijo – Secuestremos al virrey –
Era el 8 de abril de 1811 cuando el fracaso ahogó el corazón de los amigos que vieron sus ideales perdidos. - ¡PUES QUÉ! – gritó imponente la señora de la casa desde el centro de la estancia - ¿No hay otros hombres en la América que los que han quedado prisioneros? -. Con su elegante vestido de noche y la mirada de una fiera, alteró a los derrotados hombres que se preguntaban qué podían hacer si la lucha armada estaba tan lejos de la ciudad y ellos sin armas, sin aliados, y sin esperanza. Tras pensarlo unos minutos ella simplemente dijo – Secuestremos al virrey –
El virrey solía
salir en su carruaje a dar paseos por Bucareli, una zona deshabitada y
sin más protección que unos cuantos arbolitos. Ahí podrían hacer frente
fácilmente a la guardia real para tomarlo. Todo iba viento en popa, ya
habían conseguido todo lo necesario. Armas, vehículos, aliados, ¡todo!
Una vez secuestrado, mandarían negociar la liberación de los presos y
ahorcarlo si la causa lo ameritaba. Pero exactamente un día antes de que
el plan se pusiera en marcha, los únicos conspiradores que dio la muy
noble y sumisa ciudad de México fueron apresados.
Enviados a
fusilar casi de inmediato, el asunto quedó al descubierto gracias a la
ingenuidad de José María Gallardo. Este conspirador católico, creyendo
que podría morir durante el secuestro, decidió irse a confesar al templo
de la Merced (no solo sus pecados pasados, sino los que estaba a punto
de cometer). El padre Camargo, quién lo escuchó y preguntó detalles,
prefirió violar el secreto eclesiástico traicionando a la iglesia antes
que al virrey y lo denunció.
Así acabó la historia de Mariana Rodríguez del Toro Lazarín. Ella y su marido fueron los primeros apresados por alentar el secuestro desde su casa. A ambos los torturaron para confesar los nombres de todos los implicados en la conspiración. Embarazada, Mariana Rodríguez perdió al único hijo que estaba por tener debido a los golpes y violaciones recibidos de los realistas. Nunca dijo ni un solo nombre.
Enferma y cansada, salió se prisión el 20 de diciembre de 1820 para encontrarse con un país que aún no obtenía su independencia. Luego de 9 años en el abandono, ella y su esposo volvieron a la casa de Donceles, ya completamente desvalijada. La enfermedad y la miseria la llevaron a la muerte ese año, sin ver concretada la independencia… - ¡Pues que! ¿No hay otros hombres en la América que los que han quedado prisioneros?
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