La muerte del cazador

“¿Realmente el hombre de Tepexpan cazaba mamuts?”
 
Museo Nacional de Antropología (Fotos: Mario Yaír T.S.)
 
Fue un descubrimiento fortuito. Con una técnica entonces avanzada, Helmut de Terra halló una tarde del 22 de febrero de 1947 unos restos óseos que se encontraban boca abajo dentro de varias capas de tierra en el poblado de Tepexpan. Así, sin entierro ni nada lo que no era habitual. El hallazgo se consideró entonces como el más relevante de su tiempo cuando las pruebas revelaron que se trataba de un hombre de aproximadamente 55 años, 1.70 de estatura y con más de 10 000 años de antigüedad. Los restos humanos más antiguos del continente hasta entonces. 
 
Casi una década después en 1952, se hallaron en el pueblo vecino de Santa Isabel Ixtapan, los restos fósiles de un mamut. Al comenzar a desenterrarlos, en su superficie se encontraron una serie de piedras labradas en punta; clara evidencia de prehistóricos artefactos humanos. ¡Todo estaba claro para la ciencia mundial! Los hombres primitivos cazaban mamuts y el hombre de Tepexpan muerto boca abajo era una clara víctima de estas cacerías.
 
Mamut de Santa Isabel Ixtapan
 
Durante los siguientes años, arqueólogo como el prehistoriador Luis Aveleyra, dieron por sentada esta teoría que sería el epílogo perfecto del discurso del Museo Nacional de Antropología. Considerados una joya de la arqueología nacional, los huesos del Hombre de Tepexpan fueron colocados en 1964 en la sala del México Primitivo y en el suelo se excavó una fosa para colocar protegidos por una vitrina los restos del mamut de Ixtapan tal cual y como se habían encontrado con sus puntas de flecha y todo.
 
Estos restos no podían abarcar toda una sala completa y desde que el museo había nacido, existía la idea de usar objetos artísticos contemporáneos para ilustrar el discurso museográfico. Iker Larrauri ya había pintado para entonces un pequeño mural que mostraba aquella cacería en el calor de la acción con el hombre de Tepexpan muerto sobre las patas del mamut. Fue cuando la escultora Carmen Antúnez decidió basarse en la pintura para crear un diorama que acompañara la sala. El resultado fue una extraordinaria maqueta que al día de hoy continúa asombrando a los visitantes del museo, solo hay un problema… al paso de tiempo y con estudios profundos sobre la teoría parece que todo es falso.
 
Lo primero en desmentirse fueron los supuestos restos del hombre de Tepexpan. Fue el antropólogo Santiago Genóves quien decidió volver a revisar los restos a detalle para comprobar lo dicho por Helmut. Los resultados fueron reveladores pues no solo no eran tan antiguos (un estudio en Inglaterra reveló que tendría entre 4 y 7 mil años de antigüedad) sino que no medía 1.70 sino 1.60, no tendría 55 sino apenas 30 años y no era un hombre sino una mujer.
 
Museo de Tepexpan
 
Los restos de la ahora mujer de Tepexpan decidieron resguardarse para dar paso a otros que serían aún más antiguos y relevantes; pero resulta que en 2014 al analizar ahora los restos del mamut, se reveló que no había muerto al calor de una batalla sino que simplemente habría muerto de cansancio, hambre o enfermedad a las orillas del Lago de Texcoco. Esto sugería que los valientes hombres primitivos, cazadores con lanza en mano de poderosos mamuts, probablemente en realidad seguían las manadas de paquidermos y al ver que uno de ellos moría, se abalanzaban sobre él para comer su carne. No cazaban, rapiñaban. De ahí las puntas de lanza, que en realidad serían cuchillos para cortar la piel.
 
Pese a todos los resultados científicos, el Museo Nacional de Antropología ha decidido desde entonces mantener “la caza del mamut” como una pieza ejemplar; en un boletín de prensa el MNA mencionó “el efecto dramático del diorama y su calidad plástica hacen de esta pieza un clásico de las maquetas del Museo”. A más de 50 años de los descubrimientos primitivos, de la inauguración del museo y de la creación de la maqueta, la imagen de aquella cacería todavía sigue siendo un referente en el imaginario colectivo de un tiempo en que pretendimos e idealizamos un pasado que no fue así en verdad. Pero lo más importante de todo este caso es que lejos de destruir esa versión de la historia, la pieza sigue ahí recordándonos como creímos que fue en algún tiempo nuestra realidad. 
 
Maqueta de Carmen Antúnez

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