Las figuras del embrujo
“¿Cómo curar el mal aire?”
Si uno visita las cuevas o las minas
abandonadas, es probable que se encuentre de pronto con pequeñas figuritas de
barro posadas sobre un montoncito de rocas con un listón rojo amarrado. Los
arqueólogos y antropólogos no tienen miedo en tocarlas, pero cuando algún
oriundo las encuentra lo mejor es dejarlas ahí porque saben que es un embrujo
curandero para el mal aire.
Es una práctica antigua. Tanto, que muchas de las figuras que se han hallado
suelen ser de los siglos XVII y XVIII. Se les llaman cuadrillas porque cuando
los científicos las hallaron por primera vez, la mayoría representaban
figuritas cabalgando a caballo. Muchas de ellas tenían alusiones a María
montada en un asno, a ángeles, a animales del campo o a cortesanos, por eso se
supo de inmediato que pertenecían a figuritas propias de un nacimiento
novohispano pero ¿Qué hacían dentro de las cuevas?
Al ser figuritas usadas para la
liturgia popular, se les concedían poderes mágicos que podían ayudar con los
pequeños malestares de la vida, principalmente el mal aire. El mal aire es una
enfermedad que se contrae al caminar por lugares con malas vibras como el sitio
donde murió alguien o frente a un velorio desconocido. Entonces el aire entra
al cuerpo enfermando a la persona con punzadas, dolores de cabeza, debilidad o
diarrea.
Aunque los tratamientos
contemporáneos implican huevo, sahumerios o frotadas, en los tiempos
virreinales y en las comunidades indígenas más apegadas a la tradición,
consistían en las cuadrillas. Esto implicaba tener a la mano un listón rojo,
unos cigarros, aguardiente, tamales y una figurita del nacimiento puesta
recientemente o hecha especialmente para la curación.
Con el enfermo dormido en un cuarto
silencioso sobre un petate, el curandero ata un cigarro a cada figura de la
cuadrilla con el listón rojo. El cigarro ayuda a que el mal aire se filtre y la
figura a comunicarse con el mundo celestial. Acto seguido inicia una limpia con
aguardiente, tamales y las figuras preparadas con las que se debía recorrer
todo el cuerpo. Mientras tanto un grupo de rezadoras rodeando el cuerpo deben
hacer sus oraciones. Se sabe que la curación ha terminado cuando las rezadoras
de pronto olvidan las oraciones que saben de memoria o se les va la voz. En ese
momento el curandero debe correr a la cueva más cercana para devolver el aire
al inframundo de donde proviene ofrendando figura, tamales y aguardiente en la
cueva.
Muchas de las figuras utilizadas
para este ritual novohispano se encuentran custodiadas dentro del Museo Rafael
Coronel en Zacatecas. Fueron encontradas en cuevas como dicta la tradición. En
el museo, una sala repleta de cuadrillas que además, resulta ser una antigua
capilla del convento de San Francisco, las exhibe con todo su esplendor.
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