Las glorias del funcionalismo

“Esta es la historia de como se creó zoológico de Aragón”

Zoológico de Aragón (Fotos: Mario Yaír T.S.)
 
La mancha urbana explota. La clase media crece y llega a vivir a las supermanzanas, un conglomerado arquitectónico que supera los multifamiliares y que Rafael Pérez Gay describe como “departamentos de falsos lujos y apretadas comodidades”. La joya de la corona es San Juan de Aragón: 10 mil casitas apretadas en el más grotesco funcionalismo moderno. Y al centro, el asfixiado bosque de Aragón recibía aquel 20 de noviembre de 1964 al presidente López Mateos y al regente Uruchurtu.

El lugar que ambos inauguran es hermoso a la vista pues enormes y elegantes eucaliptos custodiaban los amplios pasillos de concreto. Era el zoológico de San Juan de Aragón, un espacio construido en menos de 3 meses para albergar 135 animales distintos. Cada uno en su propia jaula, separado (como bien dicta la clasificación taxonómica) de otras especies diferentes.
 
León marino

Los arquitectos le llamaron diseño radial porque desde el cielo los helicópteros podían fotografiar jaulas circulares divididas como pastel. Era un diseño excepcional porque nadie se quedaba sin ver a los animalitos como en Chapultepec. Las jaulas estaban recubiertas de concreto y ningún árbol o arbusto estorbaba la vista (difíciles de esquivar y caros de mantener). Los que había dentro de las jaulas se separaban del suelo con hermosas jardineras de cemento. Y ocasionalmente una diminuta piscina artificial decoraba el hábitat (pero lo suficientemente pequeña para ver a los animales).

El hermoso gris casi blanquecino del concreto cegaba la vista. Solo contrastaban las pieles naranjas de los tigres, los amarillos de los leones, los negros de los hipopótamos y los verdes de los reptiles. Solo los simios tenían árboles falsos en sus jaulas, sin hojas estorbosas y donde pudieran escalar. No había momento en que no se vieran los animales activos, moviéndose en sus jaulas y dando vueltas. Durante 30 años, miles de familias salieron de aquel sueño moderno satisfechas de su contacto con la naturaleza. Aquel sueño del funcionalismo eran las puertas del infierno animal.
 
Jaula de los hipopótamos

Sin árboles en las jaulas, el concreto se calentaba fácilmente y quemaba las patas de los animales que no hallaban donde guarecerse. Más del 90% de los animales desarrollaron zoocosis, un trastorno mental del cautiverio que vuelve locos a los animales moviéndose de un lado a otro, dando vueltas en las jaulas o auto mutilándose. Al vivir las especies en soledad, el trastorno acrecentó.

Por eso en los años 80 decidió resolverse la enfermedad enviando ahí a todos los animales exóticos confiscados del comercio ilegal para que se hicieran compañía. De los 30 animales con que Urchurtu inauguró el zoológico, llegó a tener más de 2 mil dentro. Apretados, acalorados, encerrados, las escenas eran dignas de Dante.

Esa sobrepoblación desastrosa que acabó con la integridad de los animales aumentó la popularidad del lugar. Las enormes familias de los burócratas que habían crecido en la supermanzana abarrotaban cada fin de semana el zoológico. En septiembre de 1993 Proceso narraba: “los servicios sanitarios son insuficientes, de tal forma que niños y adultos orinan y defecan al aire libre”.

Para cuando se exigió un diagnóstico completo del Bosque de Aragón en 1998, se descubrió una plaga de eucaliptos que arrasó con la flora autóctona y acabó con el agua de los mantos acuíferos del lugar. Así era y aún es una parte del Zoológico de Aragón, que pese a su remodelación, aún quedan vestigios arquitectónicos de esa pesadilla que son aún parte de la exhibición. Recuerdos obscuros de ese sombrío entretenimiento humano de los hijos de la modernidad.
 
Área antigua del zoológico con jaulas radiales readaptadas

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