Los rayos del templo
“Así se creó el inusual templo del
Señor del Rayo”
Cuenta la leyenda ocurrida en
Temastían que mientras se encontraban unos frailes predicando bajo un mezquite
con ayuda de un cristo crucificado, un rayo cayó desde el cielo a la cruz. La
cruz quedó totalmente dañada pero al cristo no le pasó absolutamente nada. Así
nació la milagrosa imagen del Señor de los Rayos. Pero esta no es la historia
de la imagen jalisciense, sino de la hidrocálida.
Tan milagroso se consideraba al
Señor de los Rayos que tenía mucha devoción en las provincias; así ocurrió en
Aguascalientes donde una persona consiguió una copia exacta de la imagen que
colocó dentro de su casa. Tanta fe le tenía que cuando murió, la familia usó la
imagen para encabezar su procesión fúnebre. Al llegar al panteón de Los Ángeles,
una vez concluido el entierro, la imagen fue clavada y resguardada dentro de un
mausoleo a la medida.
Cuentan los vecinos que la gente
había visto la imagen tan bellamente hecha, que iban al panteón solo para
rezarle. Al cabo de unos meses la noticia de que se trataba de una imagen
milagrosa corrió por la ciudad. Solicitaron el permiso de construirle una
capilla y como nadie se opuso, se levantó sobre la tumba se levantó un pequeño
templo en honor a la copia milagrosa del Señor de los Rayos.
Era tanta la devoción que en 1956 se
decidió que una porción entera del cementerio fuera destinada al templo. Se hizo
una colecta para crearlo en el estilo más fastuoso que el dinero pudiera pagar,
sin embargo nadie esperaba que el mundo moderno fuera a ser tan escandaloso.
Solo una persona quedó extasiada con
la obra, el obispo Salvador Quezada Limón a quien la conservadora sociedad
hidrocálida odiaba. Quezada, era partidario de la iglesia progresista, por eso
cuando inició el polémico Concilio Vaticano II (la iglesia católica debe
adaptarse a los tiempos modernos) fue una de las personas que lo apoyó en forma
e ideas. El templo era llevar el catolicismo a la modernidad; por eso supo
hallar en la fachada los símbolos del catolicismo progresista. Quezada lo
describe así:
“El soporte central se bifurca para
dar lugar al signo de la victoria: una gran V. La victoria en el amor y la paz
elementos magníficos del reino espiritual de Jesucristo. El extremo superior de
la fachada remata en una corona de espinas, ella corresponde a la naturaleza
del reinado de Jesús, ya que su reino no es de este mundo. En el centro aparece
la imagen del crucificado, levantado entre el cielo y la tierra, ofreciendo el
sacrificio de su vida para reconciliar al mundo pecador con el Padre y atraer a
los hombres por el amor. En torno al crucificado destacan los símbolos de la
triple función del sacerdocio de Jesucristo. En la parte superior un ojo que
simboliza su amable y providente misión de pastor […] A los lados, en la parte
superior, las manos oferentes y heridas son signos del ungido, eterno
sacerdote, perfecto glorificador del Padre, e intercesor siempre vivo a favor
de los hombres. En la parte baja los pies del buen pastor que pasó haciendo el
bien, del que anunció la buena nueva y el mensaje de vida para los hombres de
todos los tiempos. Por último, a la derecha, aparece plantado el lábaro de la
Cruz, instrumento de la redención, en cuyo medio está asido un corazón. La
muerte de Cristo en la cruz, fue la suprema demostración de amor a la
humanidad.”
Mundo moderno, mundo raro; en 1975
fue tal la presión de los grupos conservadores que la Santa Sede tuvo que remover
a Quezada del obispado. Tanta, que se decidió olvidar el nombre del arquitecto
que había hecho tal esperpento y hoy nadie lo conoce. Y sin embargo el templo
es hoy un ícono arquitectónico del Barrio de Guadalupe al que solo por él y por
las leyendas de fantasmas del cementerio, se le visita. Un templo indignante
para un grupo de conservadores que ignoran que adentro, ellos veneran una cruz
de panteón…
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