Que chulo modelito
“La historia del pin up en México”
“La coqueta lunar” de ángel Martin. Soumaya Loreto (Fotos: Mario Yaír T.S.) |
Son los años 50 en México, el fin de
la segunda guerra mundial lleva a quienes se mantuvieron lejos de ella a una
estabilidad económica como nunca se había visto antes. Ahora el mundo ha dejado
de ver a Europa como la luz cultural del mundo y las frivolidades de la popular
cultura estadounidense invaden los rincones capitalistas. Por eso los viejos se
quejan de que ya nada es como antes.
El empalagoso nacionalismo mexicano
estaba cansando a la juventud mexicana, por eso la conquista cultural fue
apabullante. Después de tomar una malteada en una tortería, una voluptuosa
chica camina rumbo a Polanco para hacer otro de sus acostumbrados trabajos como
modelo. Las mujeres la miran con envidia, en los periódicos se anuncian
emulsiones para que las mujeres puedan subir de peso y adquirir las curvas
codiciadas.
Al entrar al despacho, los hombres
alburean con ella y la desnudan con la mirada; nada raro, es lo habitual. Le lanzan piropos - si así meneas siempre pues que rico chocolate - Una
vez dentro se pone el colorete en los labios, se arregla el cabello y comienza
a posar. Son óleos y pinturas realizadas para propagandas de revista o
calendarios. Son las chicas pin up y hay para todos los gustos. Aparecen en el
poster del taller mecánico, en la revista del licenciado, entre los libros de
los estudiantes o en los tiempos libres del ruletero.
Los amantes de la nostalgia que
tanto critican las gringaderas, se deleitan viendo a las adelitas convertidas
en símbolo sexual. Aparecen con huipiles o trajes típicos en la playa pero
siempre dejando un hombro al descubierto o el escote bien presentado. Lo
sensual es lo censurado y la desnudez es grotesca, por eso en el erotismo lo
brillante es la falda entreabierta, el tirante del brassier que cae, el final
de las medias. Es escandaloso, es despampanante, es el objeto del deseo.
En México el cabello se esponja con
spray y limón, el rock se escucha solo cuando Telesistema Mexicano lo produce y
el pin up llega a donde la imprenta lo permita; y como se vende como pan
caliente, lo permite en todos lados. Así nacen los artistas de calendario, ahí
están las chicas de Santiago Sadurni Peña, las mujeres descomunales de Mario
Chávez en su estudio de Polanco que aparecen en los posters del cine, los
cromos de Angel Martín que prefería usar el seudónimo de “Ferrari”.
Aparecen en calendarios, en posters,
en revistas y causan conmoción. No por nada el 26 de marzo de 1955 una multitud
de estudiantes mochos se organizaron para robar revistas para adultos de todos
los puestos de la ciudad y formar una gran hoguera en el zócalo con ellas por
atentar contra la moral. Son los últimos años del hombre dominante sobre la
mujer que a la llegada de los 60 creará el feminismo y cuestionará su uso como
objeto.
Por eso hoy las modelos mexicanas y
sus dibujantes son una historia desconocida. Porque las odiaban los puritanos,
porque es desprecio de los nacionalistas, porque era un insulto a los fanáticos
de la alta cultura. Y si no fuera porque el Museo del Calendario en Querétaro
rescató grandes joyas del pin up de los 50, también hubieran sido un capitulo
perdido de la memoria. De un México que renegaba de aquel desvergonzado arte,
mientras uno de esos calendarios colgaba en el hogar…
Calendarios Landín. Museo del Calendario Querétaro |
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