Un hombre entre las sombras
“Así eran las intrigas reales en el
mundo prehispánico”
Hay mucho que decir sobre la
grandeza de los emperadores prehispánicos. No solo eran estadistas, sino que
también eran guerreros y sacerdotes que la gente creía con poderes
sobrenaturales; pero lo cierto es que eran tan humanos como cualquiera de los
campesinos, como cualquiera de los comerciantes. Tlacaelel es parte de esa familia
real guerrera, sacerdotal y estadista que habita la pequeña Tenochtitlán, una
ciudad que sirve a los tepanecas de Azcapotzalco como carne de cañón en las
invasiones. Pero son tiempos turbulentos, pues el señor Tezozomoc de
Azcapotzalco acaba de morir...
Para tener control sobre su imperio, Tezozomoc había
nombrado a sus 11 hijos como señores de las ciudades que le servían. Entre
ellos a Maxtla quien era el gran señor de Coyoacán. También estaban los nietos
de Tezozomoc, Chimalpopoca de Tenochtitlán y Totoquihuatzin de Tlacopan quienes
le debían obediencia. Pero cuando Tezozomoc murió, dejó en el trono a su hijo
Tayatzin, cosa que encolerizó a Maxtla quien se sentía heredero legítimo de la
cabeza del imperio. Maxtla planeó asesinar a su hermano.
La usurpación del trono tepaneca que Maxtla tomó a la
fuerza dejó inconforme a la realeza, pero no lo suficiente como para hacer
algo. En Tenochtitlán, Tlacaelel vio la oportunidad perfecta para acercarse al
poder por medio de su señor. Se dice que los sacerdotes guerreros Tlacaelel e
Izcóatl intentaron persuadir a Chimalpopoca para declarar la guerra contra
Maxtla. Si Chimalpopoca accedía, este se volvería cabeza del imperio y sus
allegados ascenderían a mayores puestos de poder. Sin embargo Chimalpopoca
creía que eso solo provocaría mayor inestabilidad sin mencionar que el ejército
no estaba preparado para enfrentar al gran Azcapotzalco.
Al calor del momento, Maxtla se enteró de las intrigas
que se urdían en su contra y mandó apresar a Chimalpopoca dentro del palacio de
Tenochtitlán hasta que se calmasen las aguas. Fue entonces que Tlacaelel e
Izcóatl planearon asesinar a Chimalpopoca haciendo creer a la aristocracia de
Tenochtitlán que Maxtla lo había ordenado. Lo mantuvieron preso como Maxtla
pidió, pero dejaron de alimentarlo hasta que el tlatoani murió de inanición.
Logrado su cometido, el hecho escandalizó aún más al reino entero y la
indiferencia de Maxtla terminó por fortalecer las intrigasen su contra.
Para protegerse, Tlacaelel convenció a Izcóatl de tomar
el trono con el apoyo de los sacerdotes, guerreros y aristócratas de
Tenochtitlán. Pero Chimalpopoca tenía razón, la ciudad no estaba lista para
enfrentarse en las armas con Azcapotzalco. Lograr el apoyo del señor de
Texcoco, Nezahualcóyotl fue sencillo pues ya tenía problemas personales con los
tepanecas, pero faltaban más adeptos. Por eso Tlacaelel usó a la sacerdotisa
que encarnaba a cihuacoatl para convencer a Totoquihuatzin de unirse. Así al
calor del momento nació la Triple Alianza con el fin de avanzar sobre
Azcapotzalco, reducirla a cenizas y afianzar el poder. El resto es historia. La
aplastante victoria planeada por intrigas acabó dando nacimiento a la Gran
México-Tenochtitlán.
Al triunfo de la Triple Alianza, Tlacaelel fungió como
consejero del tlatoani y tuvo más participación en el imperio de lo que se
cree. Cuando Izcóatl ordenó la reforma religiosa que quemó códices y reescribió
la historia para mostrar a los aztecas como un pueblo elegido, Tlacaelel fue
quien le dio la idea. La reforma que mencionaba que solo los artículos de lujo
podían ser de la nobleza y que acabó deificando a los tlatoanis, fue planeada
por Tlacaelel. Cuando Moctezuma Ilhuicamina ordenó la construcción de un Templo
Mayor, Tlacaelel lo convenció y se puso al frente de la obra. En la represión
que Axayácatl puso sobre Tlatelolco cuando estos se alzaron en un golpe de
estado, Tlacaelel estuvo involucrado. Al final de sus días, el consejero de
tres Tlatoanis seguidos murió pacíficamente en su palacio personal que había
logrado forjar a base de la riqueza que amasó como estratega y consejero.
Tlacaelel es pocas veces mencionado y generalmente
ignorado por la historia. Muchos códices y crónicas se enfocan en las grandes
cabezas del poder mexica dejando de lado los nombres de quienes estuvieron
detrás de esos rostros. Muchas veces en la historia del mundo, el poder se
afianza no en quienes creemos poderosos, sino en quienes están detrás de esos
personajes, asentados en la discreción de las sombras, moviendo los hilos a su
favor.
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