Un pasado ahogado
“Las codiciadas barrancas artificiales de la Ciudad de México”
Lo
primordial era la arena rosa y azul que servía para la construcción,
por eso desde tiempos virreinales (alrededor de 1800), la zona cercana
al Pueblo Hospital de Vasco de Quiroga, se convirtió en sede de minas de
arena. Explotadas durante más de un siglo, para 1939 el lugar se había
convertido en una enorme barranca artificial rodeada de peñas que
tomaban su nombre por el color de la arena que ahí había.
La más
popular fue la mina “Peña Blanca” del señor Brunet. Ahí, por cada
carretilla extraída de arena, se les pagaba a los trabajadores a 25
centavos. No era un trabajo fácil; había que picar la piedra con pico y
pala, y después separar el material con telas de hierro. Al final
quedaban más carretas de escombros que de arena, y para no confundirlas
se tiraban cerca del rio que corría por ahí; así se formó La Honda.
Como
el río ya no tenía un cauce natural, se empezó a crear una presa
artificial debido a los escombros ahí arrojados. Le llamaron “La Honda”
porque tenía más de 50 metros de largo y 7 metros de profundidad. El
camino entre la mina y el pueblo estaba lleno de pinos, pirules y un
enorme capulín donde los niños solían ir a jugar. Así la presa se
convirtió en parte de la vida cotidiana de los trabajadores y el pueblo.
Ahí, las señoras iban a lavar la ropa y bañarse de vez en cuando. Por las noches el sonido de las ranas croando opacaba el silencio del bosque mientras de día algunos se entretenían atrapando ajolotes y pescados. Los fines de semana era costumbre ir ahí de día de campo, pero un evento acabaría por completo con el pasado de aquel lugar.
Un domingo temprano mientras varias familias disfrutaban alegremente del día, dos hombres con varias copas encima y recién acabados de comer, decidieron aprender a nadar. Terrible decisión para las familias que solo veían de lejos como sus padres se ahogaban. Un joven de 20 años que nadaba cerca, oyó los gritos de desesperación y fue rápidamente al sitio. El tiempo era escaso y solo podía salvar a uno de los dos; así que tomó su decisión.
Ahí, las señoras iban a lavar la ropa y bañarse de vez en cuando. Por las noches el sonido de las ranas croando opacaba el silencio del bosque mientras de día algunos se entretenían atrapando ajolotes y pescados. Los fines de semana era costumbre ir ahí de día de campo, pero un evento acabaría por completo con el pasado de aquel lugar.
Un domingo temprano mientras varias familias disfrutaban alegremente del día, dos hombres con varias copas encima y recién acabados de comer, decidieron aprender a nadar. Terrible decisión para las familias que solo veían de lejos como sus padres se ahogaban. Un joven de 20 años que nadaba cerca, oyó los gritos de desesperación y fue rápidamente al sitio. El tiempo era escaso y solo podía salvar a uno de los dos; así que tomó su decisión.
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Las antiguas minas de arena |
Con una multitud reunida y los policías sacando el
cuerpo que pereció aquella tarde, el pueblo acordó sin mencionarlo no
volver a pasar por ahí por el trauma social. La ropa no se lavó más y
los niños dejaron de jugar. Como insultando a la mortal honda, la gente
comenzó a arrojarle basura y escombros. Un día la Honda desapareció y la
zona aledaña se convirtió en tiradero de basura de los desperdicios del
ISSSTE a partir de 1958. A 70 años de distancia, ese mundo rural hoy es
irreconocible.
El resto es historia conocida: unos empresarios vieron en aquel tiradero la posibilidad de una redituable especulación inmobiliaria. Con el cierre de las minas, el gobierno ofreció a la IBERO un terreno para establecerse en 1981 y cubiertos los desperdicios con tierra y cascajo, así nació Santa Fe. La Honda estuvo alguna vez en lo que hoy es la Puerta Santa Fe. La mina “Peña Blanca” sirvió para establecer el corporativo Santander y las oficinas de los patrones se convirtieron en un centro comercial llamado “Patio”.
Ya no hay ranas ni retas de futbol; los mineros cambiaron por oficinistas de corporativos y los acaudalados habitantes hoy hacen días de campo en restaurantes de lujo dentro de “La Mexicana” o de shopping a las tiendas de élite donde ofrecen vino en la entrada. Nadie sabe lo que fue ahí. El pasado quedó condenado al olvido. Así como mañana seguramente nadie recordará que aquí hubo un centro comercial.
El resto es historia conocida: unos empresarios vieron en aquel tiradero la posibilidad de una redituable especulación inmobiliaria. Con el cierre de las minas, el gobierno ofreció a la IBERO un terreno para establecerse en 1981 y cubiertos los desperdicios con tierra y cascajo, así nació Santa Fe. La Honda estuvo alguna vez en lo que hoy es la Puerta Santa Fe. La mina “Peña Blanca” sirvió para establecer el corporativo Santander y las oficinas de los patrones se convirtieron en un centro comercial llamado “Patio”.
Ya no hay ranas ni retas de futbol; los mineros cambiaron por oficinistas de corporativos y los acaudalados habitantes hoy hacen días de campo en restaurantes de lujo dentro de “La Mexicana” o de shopping a las tiendas de élite donde ofrecen vino en la entrada. Nadie sabe lo que fue ahí. El pasado quedó condenado al olvido. Así como mañana seguramente nadie recordará que aquí hubo un centro comercial.
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