Amado Amado Nervo
“Así se vivió el funeral más fastuoso
de México”
Reconocido por sus labores
burocráticas, Amado Nervo fue nombrado por el gobierno de Carranza como
ministro pleniponteciario en Sudamérica en 1918. Todos lo quieren poco por
político y mucho por poeta pues no es un ministro cualquiera, es la voz del
modernismo mexicano. Nervo tiene por amigos a Luis G. Urbina y Tablada.
Discípulo de Manuel Gutiérrez Nájera, como
corresponsal de “El Imparcial” vivió con Rubén Darío en Francia y conoció a
Oscar Wilde. Se relacionó con Catulle Mendès y Jean Moréas. Publica poemas en
revistas al lado de Carlos Pellicer, Alfonsina Storni o José Gálvez. Se le
ubica al lado de amigos como el peruano José Santos, el español Campoamor, el
argentino Leopoldo Lugones o el colombiano Guillermo Valencia.
A un año de haber tomado el cargo,
Nervo desembarcó por primera y última vez en Uruguay el 16 de mayo. Sin haber
pasado siquiera una semana, los doctores ven mal al ministro porque una uremia
le aqueja. En un abrir y cerrar de ojos, a sus 48 años de edad, Nervo yace en
la habitación 43 del “Parque Hotel” de Montevideo. No tiene familia más no está
solo, en la habitación se encuentran intelectuales sudamericanos que lo miran
desfallecer. Entre ellos está su admirador Juan Zorrilla quien le ayuda a
contactar al jesuita argentino Carlos Benítez para darle auxilio espiritual.
Cuando intentaron despertarlo la mañana del 24 de mayo de 1919, Nervo no volvió
a abrir los ojos.
Los 8 días que Nervo estuvo en
Uruguay le bastaron al presidente Baltasar Brum para presentar un proyecto de
ley ante la Asamblea General con el fin de darle al ministro un funeral de
estado – no solo por la representación que investía – decía Brum – sino también
por ser una de las más elevadas expresiones de la intelectualidad de la América
Latina -. El proyecto de ley se aprobó y se promulgó el mismo día. Llegada la
noticia a todos los rincones de América Latina, comenzaron honrosas ceremonias
y los periódicos anunciaban el terrible deceso.
Sepultado provisionalmente en el
Panteón Nacional de Uruguay con un cortejo nunca antes visto, cada edificio
público lucía una bandera a media asta en señal de luto y honrosos poemas y
escritos se decían en su memoria. -Lo conocí de ayer, como quien dice, pero en
ese breve tiempo en que cultivé su trato, se hizo tan mi amigo, que me permitió
penetrar hasta en las más recónditas intimidades de su alma – decía el Ministro
Daniel Muñoz -confieso que, al sentir que entre mi mano se helaba la de mi
amigo moribundo y al ver que su mirada se desviaba de la mía […] lloré.- Ministros
de Italia y Brasil se daban cita al velorio. El funeral se convirtió en un
recuerdo memorable para los uruguayos pero que aún estaba lejos de terminar.
Aun sin recuperarse del desastre
revolucionario, México inició los trámites para la repatriación del poeta, pero
lo que debió tomar unas semanas, se aplazó hasta septiembre. Inhumados los
restos, la fragata “Uruguay” los recibió y Argentina ofreció escoltarla con su
nave “19 de julio”. Una vez más un enorme cortejo fúnebre acompañó al poeta
desde el panteón hasta la fragata que lucía todas las banderas de América
Latina. Una anécdota recuerda que cuando el cortejo naval llegó a República
Dominicana (ocupada entonces por EUA), cuando el comandante exigió cambiar la
bandera por la de EUA, el capitán Rodríguez zarpó y dijo – la bandera
dominicana no se arría.
Vitral del sepulcro de Amado Nervo |
El presidente de Cuba, Mario
Menocal, solicitó que el cortejo entrara por La Habana para rendirle un
homenaje. De nuevo una ceremonia luctuosa tuvo lugar en el féretro con ciertos
de flores que cubrieron su ataúd. Al partir la flota, se sumaron navíos de
Venezuela y Brasil. Un barco de guerra de Cuba los acompañó en el último tramo y
pronto los alcanzó el cañonero Zaragoza en Jamaica.
Cinco meses después de la muerte del
poeta, el cadáver llegó a Veracruz con una impresionante flota que se recibió
desde el fuerte de San Juan de Ulúa con 21 cañonazos a cada nave. Aquel 10 de
noviembre el clima también sufría pues una lluvia que cayó al mismo tiempo que
el primer barco atracaba, hizo imposible el desembarco. Hasta el día siguiente
el féretro tocó tierra – entrego lo único que se puede entregar del poeta
muerto – decía el capitán.
El Teatro Principal del puerto se
transformó en una capilla ardiente con una velada literaria en su honor.
Poemas, prosas, canciones y demás genialidades de la lírica se daban cita en el
monumental cortejo. Tuvo que quedarse el cadáver en el puerto un día más hasta
que terminado el evento se montó en un vagón fúnebre especial con rumbo a la
Ciudad de México.
Cartas, flores, poemas; casi cada
sitio en que las vías tenían una terminal, el tren tenía que pararse para
recibir un homenaje más. El 14 de noviembre el cadáver llegó a la Secretaría de
Relaciones Exteriores de donde salió un cortejo rumbo al Panteón de Dolores. Se
hizo una colecta para financiar un monumento en su honor en Chapultepec y hasta
el 25 de noviembre dejaron de llegar las cartas, las flores y las condolencias.
La máscara mortuoria que se había hecho en Montevideo fue colocada sobre su
ataúd.
Durante el periodo revolucionario,
México dejó a sus ministros a la suerte. Nervo no fue la excepción y en más de
una ocasión alcanzó la pobreza estando en el extranjero. Lo cierto es que si
Uruguay no hubiera iniciado los fastuosos homenajes al poeta, México
simplemente lo hubiera olvidado como hizo con muchos otros políticos, artistas
o intelectuales. Muestra de ello es que aunque las voces populares afirman que
Pedro Infante tuvo el funeral más fastuoso de México, ningún mexicano ha
logrado alcanzar nunca las honras fúnebres de Amado Nervo.
~Y vayamos por la
muerte de la mano, como fuimos por la vida ¡sin temer! ~ .
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