El Jilguero Guerrerense
“Soy de un pueblito chiquito y bonito que le dicen Taxco colonial”
- ¡Córranle muchachos que ya va a
empezar! – gritaba el diseñador Guillermo Spratling desde el balcón de su casa.
El pequeño pueblo de Taxco se reunía como fiesta en las estancias e incluso alguna
vez alguien sacó el enorme aparato a la ventana para que todos pudieran
escuchar. De pronto tres tonos resonaban como eco por todos lados y una voz fantasma
comenzaba a hablar.
- La XEW, la voz de la América
Latina desde México, con el patrocinio de los camiones Flecha Roja trae para
ustedes al Jilguero Guerrerense y sus Jumileros…
Video: Camionsito Flecha Roja
Taxco no tuvo edad de oro, su era
bohemia siempre estuvo cubierta de ríos de plata. Mientras se convertía en el
paso obligatorio para los turistas que viajaban a Acapulco e incluso mientras
Spratling le daba su identidad orfebre, las calles de Taxco aún tenían ese
ambiente provinciano. Por eso cuando Spratling recibía los telegramas
anunciando que la voz de Raful Krayem se transmitiría por la radio, era todo un
suceso.
Raful Krayem Sánchez era de padre
libanés y madre tasqueña. En los años 20 había llegado al Conservatorio
Nacional y para 1934 ya se había vuelto todo un suceso en México al componer
“Camionsito Flecha Roja”, la canción con que luego empezaba su programa en la XEW. Si Krayem ya era de por si apreciado por su gente,
hacía falta mencionar que Los Jumileros eran sus hermanos menores, lo que le
daba más orgullo a la familia y al pueblo.
El cantante popular de Taxco se
convirtió en pocos meses en un ícono para el pueblo. Los candidatos a
gobernadores lo querían para sus giras, los hoteles se lo peleaban para cantar
en las inauguraciones, las muchachas se peleaban por sentarse a su lado. Pero también era de todos conocido, que una enfermedad
lo aquejaba desde hacía tiempo. Por eso cuando estuvo a punto de grabar un
disco con la compañía Víctor, Krayem cayó convaleciente y tuvo que ser
internado de urgencia en la ciudad.
Cierto día, Don Ricardo, gerente del
Hotel de la Borda se encontraba cenando en el restaurante con su esposa. De
pronto un mariachi comenzó a tocar “Taxco de mis amores”, el himno que Raful le
había legado a la ciudad.
Soy de un pueblito chiquito y bonito
Que le dicen Taxco colonial
Por sus casas viejas, sus quebradas
callejas
Su hermosa iglesia que es el orgullo
del mineral
Al escuchar aquella voz, Don Ricardo
dijo que el mariachi cantaba igualito a Raful, así que no pudo evitar voltear.
Cuál sería su sorpresa que entre un revuelo de gente, Raful en persona se
acercaba a saludarle por ser entrañable amigo. - ¿pero que no andabas en el
hospital? – Al sentarse a la mesa Raful ordenó un vino con la mirada regañona de uno de sus hermanos. La fiesta bohemia seguía entre risas y guitarras y siempre acababa en botellas de coñac vacías y decenas de canciones cantadas.
Esa década terminó en Taxco a la par
del cesante trino del jilguero Guerrerense cuando la cirrosis lo venció un 24 de mayo de
1939. Los Jilgueros volvieron a la ciudad a cumplir con el contrato y las
canciones de Raful verían después luz en las voces de Lucha Villa o las
Hermas Padilla. Raful disfrutó de aquella era plateada hasta la última gota y
Taxco quedó con él eternamente agradecido de llevar la luz de sus calles al
sonido de la radio y los gramófonos.
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