Nosotros los conquistadores
“De como los tlaxcaltecas no
permitieron olvidar que la conquista se logró gracias a una alianza indígena”
¡No era justo! (y no lo era). Ahora
que había nacido la Nueva España, los tlaxcaltecas hervían de ira. La corona
había establecido un virreinato en el cual las distintas provincias
conquistadas debían pagar un tributo al imperio. El problema era que todos
pagaban la misma cantidad y aquello no era justo para los tlaxcaltecas que se
habían aliado con los españoles para vencer a Tenochtitlán. Era una traición de
estado, por eso había que hacer algo.
Tlaxcala para entonces ya tenía
ciertas distinciones. Sus tierras no eran tocadas por los españoles, su
gobierno era indígena, tenía su propio escudo e incluso se le otorgó el título
de “Leal”. No había ningún otro sitio en donde los indígenas pudieran portar
armas ni andar a caballo; por eso cuando se les comenzó a exigir pago de
tributo y ayuda en la construcción de Puebla, el gobierno indígena quedó
indignado. Los tlaxcaltecas querían ser reconocidos como conquistadores.
A petición del Cabildo de Tlaxcala se
dispuso en 1552 que “en relación al yaotlacuiloli [escrito de guerra] de cuando
vino el marqués y de las guerras que se hizo en todas partes, todo se reunirá
se escribirá para que se lleve a España”. Dicho y hecho se planificaron tres
lienzos en manta con toda la historia de la conquista pero situando la alianza
tlaxcalteca como un momento clave para la victoria. Uno se enviaría al
emperador, otro al virrey y uno más quedaría en el cabildo.
El Lienzo de Tlaxcala es la historia
de la conquista pero desde la visión de los indígenas victoriosos; los de la
alianza con Cortés. Sin embargo no dejaba de ser un documento político, por lo
tanto hay que tener cierta desconfianza al verlo. El elemento principal es el
escudo que les otorgó el rey Carlos V, enseguida aparecen muchas adulaciones
pictóricas.
Lienzo de Tlaxcala |
No se cuentan las batallas que
Cortés tuvo con los tlaxcaltecas, sino que aparecen como alianzas amistosas de
ofrenda y tributo. No se menciona la forma en que se impuso la religión
católica, simplemente se muestra el establecimiento de la cruz como algo que
los señoríos recibieron con los brazos abiertos. Los indígenas aparecen como
los primeros bautizados con fe y alegría. Y sobre todo, no cuentan la
existencia del resto de señoríos aliados. Los tlaxcaltecas se encargaron de
borrar todo rastro de los chalcas, los cholultecas, los totonacas o los
acolhuas para hacerse ver como los únicos fieles y leales al imperio.
De los tres lienzos hoy no queda
ninguno original, todo lo que se conserva son copias o copias de las copias. En
un rompecabezas con el que historiadores y arqueólogos se han entretenido
durante años. Pero lo que no lograron las armas lo hizo la burocracia. Al
transcurrir de los años y con la aparición de la clasificación por castas, poco
importó al resto del virreinato el origen conquistador de los tlaxcaltecas
cuando la raza era indígena.
El lienzo que los mantuvo protegidos
por poco más de 300 años se convertiría en un arma de doble filo. Con el
nacimiento del México independiente y las nociones de un nacionalismo no
hispánico, los tlaxcaltecas serían popularmente conocidos hasta hoy como los
grandes traidores de una patria que no existía. Un mote que ningún lienzo
conocido o desaparecido, ha podido eliminar.
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