Profundo aparatoso

 “El choque del metro Viaducto fue más aparatoso de lo que se cree”
 

Al inaugurarse en 1969, casi enseguida el cronista musical de la ciudad, Chava Flores le compuso una canción “Voy en el metro que grandote, rapidote y segurote”. Una década después en un concierto en vivo, Chava Flores comentaba - se los dije, se va a salir del hoyo y va a chocar con un chorrito a Tacubaya ¿y a poco no? un día y chocó con… no chocó con chorrito Tacubaya porque no pasaba por ahí, pero chocó con otro y guácala. Chorrito fue el que les dio a los que iban arriba. ¿Apoco no estuvo fuerte eso…? 
 
Es la mañana del 20 de octubre de 1975 y la situación del metro es deplorable. Alguien había accionado la palanca de emergencia del carro 6 en la estación Allende. Al llegar Echeverría al poder, las ampliaciones del metro no se habían terminado del todo. Para unos era producto de la inminente crisis económica que se intentaba frenar, pero para otros era porque el Regente del Distrito Federal era Octavio Sentíes, apoderado legal de Rubén Figueroa, entonces gobernador de Guerrero y presidente de la Alianza de Camioneros. Una Alianza que veía con malos ojos la llegada del metro e intentarían detener su construcción.
 

El carro 6 siguió avanzando sobre la línea 2 hasta llegar a Pino Suárez. Una vez más alguien accionó la palanca de emergencia; es ya la 4ta vez que sucede. El gobierno de Sentíes optó por mantener el metro sin cambios y aumentar su planta de trabajadores a niveles alarmantes. El STC contrataba trabajadores sin cesar y sin lograr sincronía entre las distintas oficinas. Aun así comenzaron a surgir avisos de que el sistema estaba presentando fallas. 
 
Finalmente el carro 6 llega a Xola y de nuevo se activa la palanca de emergencia. El conductor salió de la cabina a desactivar la palanca del vagón. Entonces el sistema no estaba tan congestionado como ahora y lo habitual era que entre carro y carro hubiera dos estaciones de distancia, pero las constantes paradas del carro 6 habían hecho que el carro 8 lo alcanzara a una estación quedando parado en Viaducto; y justo atrás, en la estación Chabacano el carro 10 que comenzaba a avanzar.
 
El carro 8 anuncia que está a punto de partir pero de pronto el brazo de un hombre queda atrapado en la puerta. Mientras el rutinario abrir y cerrar de puertas tomaba lugar, el carro 10 avanza a 72 kilómetros por hora desde  Chabacano rumbo a Viaducto subiendo la lomita que no permite ver lo que hay enfrente. El semáforo, mal colocado, está oculto al otro lado de la lomita.
 

Desde el puesto de control en el Centro Histórico se le solicitó al conductor Carlos Fernández detener su avance pero algo fallaba en los radios. La advertencia nunca se escuchó. Al subir la lomita, Carlos vio el carro 8 detenido en la estación. Según su declaración intentó frenar pero el convoy no respondía, así que esperó a que el frenado automático funcionara pero tampoco. La inercia de la loma le gana al carro y a las 9:36 de la mañana Carlos se avienta de la cabina para salvarse al tiempo que choca con el último vagón del carro 8, elevándose por los cielos de la estación y convirtiéndose en una escena dantesca.
 
Los diarios informan 31 muertos y 70 heridos graves, entre ellos Carlos que en vez de ir al hospital es enviado a Lecumberrí. En un tiempo record de 5 días el avanzado sistema de justicia de Echeverría logra un peritaje que tras documentar las fallas, halla como único culpable a Carlos Fernández sentenciado a 10 años de prisión. Habitual como de costumbre, aunque la opinión popular señala a las autoridades, siempre salen librados de la justicia porque son dueños del sistema. Error humano, aseguran por todos lados. La justicia cumplió.
 

Héctor Zavala, entonces trabajador de mantenimiento, contará en 1984 en un panfletito distribuido entre los trabajadores que se trató de un sabotaje. Según él, fue un plan para hacer un pequeño alcance de trenes con el fin de presionar a las autoridades para instalar un sistema de piloto automático, por eso nunca apareció la cinta de la caja negra, por eso el piloto automático se agregó en el 77 y por eso el Sindicato logró mejores prestaciones a partir de entonces. Lo más extraño es quizá que cuando Zavala volvió a contar tan insólita teoría de sabotaje en 2008, seguía aún siendo miembro del sindicato. No sufrió la censura que otras publicaciones tendrían cómo el libro “Muerte sobre ruedas” de José Pérez Chowell. 
 
Pero el caso es aún más obscuro. El periodista Luis Guillermo Hernández cuenta en 2008 que en el Archivo de la Ciudad de México en donde debía estar el expediente completo, todo lo que hay es un oficio de media hoja. Y de Carlos al salir de prisión, no se supo más. No hay nada.
 
Son las 9:30 de la mañana del 20 de octubre de 1975. En los vagones del metro un hombre ignora que va a quedar prensado entre los trenes, un obispo ignora que está a punto de bendecir cadáveres al centro de la calle de Tlalpan, una persona ignora que su cuerpo será rebanado en las labores de rescate, una mujer ignora que su bebé será el único sobreviviente de los dos. Las puertas del vagón se cierran. El convoy comienza a avanzar.  
 
 
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