El baile repugnante
“Así ocurrió el baile de los 41”
Este tipo de fiestas son un secreto
a voces, se trata de las rifas de señoritas que se hacen en lo oculto de la
moralina sociedad porfiriana. Si de por sí, rifar a alguien ya suena a
escándalo, lo peor es que no se trata realmente de “señoritas” sino de hombres
que aman vestirse de mujer. Los invitados son generalmente amigos pero sobre
todo curiosos que invitan de las cantinas y pulquerías de la ciudad (los
ebrios suelen pagar mejor). Hay bebidas, música de orquesta, se
baila vals y al final pues una tradicional despedida - de cerquita -. Pocos saben de
esas fiestas… pero la madrugada del domingo 18 de noviembre de 1901 todo
cambiará.
Perturbados por la música que no los
deja dormir, unos vecinos llaman a la gendarmería para mandar callar a quienes
festejan en la accesoria cuarta de la calle de la Paz en la colonia Tabacalera.
Al tocar la puerta, un hombre vestido de mujer con colorete y todo, abre a los
dos serenos creyendo que eran más invitados. Tras pedir acabar con el ruido,
escandalizado uno de ellos solicita refuerzos para hacer una redada por
supuestamente no contar con permiso para la fiesta.
En unas horas, las 42 personas que se encontraban en aquella casona, son llevados a la
gendarmería. No hay periódico liberal ni conservador que no se dé un festín
con la historia de los 42 detenidos. “El Popular” narra que entre los detenidos se encuentra una mujer. Esta habría rentado la
casa y organizado varios bailes, pero de alguna manera logró librar$e del escándalo. De ahí que los periódicos de pronto y sin explicación cambien el número de asistentes por 41.
Así mientras “El Universal” lo narra
como “Baile de afeminados”, en “El diario del hogar” se menciona como un “Baile
de señores solos”. Los diarios usan las mismas palabras: Repugnante, maricones,
depravados, viciosos, inmoral. Distorsionan los hechos y dan rienda
suelta a la imaginación inventando parlamentos falsos y diálogos irreverentes. “El Popular” menciona que “no daremos a nuestros
lectores más detalles por ser en sumo asquerosos” aunque ya contaron minuciosamente cada dato
del suceso. El periódico de oposición “El hijo del Ahuizote” aprovecha para
criticar al régimen de Don Porfirio y lo publica como “La aristocracia de
Sodoma”. Aseguran que se trata de un baile de la alta sociedad (aunque en
realidad era de clase media con borrachos y curiosos de colados).
Los nombres de los verdaderos
asistentes se olvidan en el tiempo aunque existen con nombre y apellido. Los datos más precisos se publican en un
panfletito escrito por Eduardo Castrejón en 1906. Solo 19 eran travestis. Luego de haber pasado apenas unos minutos en la
gendarmería son llevados directamente a la cárcel de Belén donde los presos se
encargan de vejarlos físicamente.
Por el gravísimo delito contra la
moral, algunos de ellos son obligados a vestirse de mujer y salir a barrer las
calles del centro y de Reforma. La mayoría son deportados a Yucatán a realizar
trabajos forzados para darles virilidad en Puerto Progreso y otros en Chetumal.
Sus paraderos poco a poco se desvanecen, una vez salidos a la costa no se sabe
más de ninguno de los asistentes y a nadie parece importarle. Cada investigación académica que existe tomar los periódicos como punto de partida y de final, una vez que los periódicos dejan de hablar de ellos, no se indaga más. Nadie hasta hoy ha logrado revelar el verdadero origen de los asistentes ni su destino.... Pero el 41 se vuelve un mito...
Al triunfo del maderismo casi 10 años después, para mostrar como Don Porfirio y sus aristócratas allegados atentan contra la moral y
los valores nacionales, se difunde el rumor de que el asistente 42 es el
mismísimo yerno del presidente. Aparece como un golpeteo político del cual no hay más datos que el rumor. Nada ilustra mejor
la decadencia porfiriana para los revolucionarios que introducir en el
imaginario colectivo a Ignacio de la Torre en el baile y luego sacarlo con
ayuda de la corrupción. Se vuelve verdad histórica que incluso el mismo Monsiváis rescata en un ensayo en 2002. En el ensayo
Monsiváis da más nombres: Jesús Rabago acusado sin fundamentos por
Alfonso Taracena, o el hacendado Alejandro Redo, del que Monsiváis
asegura que sale del chismerío sinaloense sin dar más detalles...
Un año antes, 2001 el baile se vuelve estandarte político para reivindicar a la izquierda en la Ciudad de México. Al fin parece que se obtendrán derechos con el cambio democrático así que se inaugura una placa de desagravio en el Centro Cultural José Martí a un costado de la Alameda Central. Pero en tiempos de Vicente Fox en la presidencia y Andrés Manuel en el Distrito Federal, las leyes en favor de la comunidad LGBT se ven obstaculizadas constantemente... habrá de esperar la comunidad un sexenio más para ver rendir los frutos de la liberación...
Publicado el artículo de Monsiváis 100 años después del baile, este se pone de moda entre la intelectualidad mexicana. Ignacio de la Torre se vuelve el mítico personaje e ídolo de un evento en que
poco o nada tuvo que ver. Los verdaderos protagonistas, los insultados, los
vejados y los castigados, se vuelven anónimos e indiferentes. Nadie sabe dónde
quedó la casa pero el 41 pasa de ser insulto a emblema del movimiento LGBT. En un
cuento de ocasión, un rumor y una anécdota curiosa de nuestra historia. Se olvida que unas semanas antes ocurrió una redada similar en un baile de lesbianas.
Lo
cierto es que desde aquella dramática noche de 1906, a lo largo del siglo XX
las redadas del estado contra los “delincuentes de la moral” se volverán una constante. Y los nombres de los sometidos correrán en mismo destino de los 41,
silenciados por la memoria popular...
Comentarios
Publicar un comentario