La protección del ropero

“Una anécdota de la Toma de Zacatecas”  
 
Monumento del Cerro de la Bufa (Fotos: Mario Yaír T.S.)
 
La casa de la familia Magallanes es un desastre. Las puertas cerradas con llave, los muebles apilados en las ventanas, las gruesas mesas de madera volteadas contra los vidrios. Todo comenzó el 19 de junio de 1914 cuando corrió la noticia por las calles de Zacatecas de que los rebeldes al mando de Francisco Villa y Felipe Ángeles habían llegado a los alrededores del cerro de la Bufa. Con Chilpancingo tomado por los zapatistas, Zacatecas era el último bastión de Victoriano Huerta. Perderla, era sofocar al gobierno dentro de la ciudad de México con un inminente ataque desde cualquier frente.
 
Al sonido de los primeros disparos a lo lejos, los zacatecanos entraron en tensión. Se veían llegar heridos al Hospital Civil en la plaza de San Juan y movimiento constante en el Palacio Federal. Dentro, el ejército federal de Huerta había establecido su arsenal con municiones, pólvora y armas para acabar con todo una nación. Encerrada como un emparedado, se encontraba la casa del Lic. Manuel Magallanes; Magistrado del Tribunal de Justicia del Estado, entre el Banco de Zacatecas y el Palacio Federal.
 
Callejón de Palma, donde estuvo el Palacio Federal
 
El 20 de junio las plazas de la ciudad ya lucían vacías. La noticia de que una bala perdida había alcanzado a una señora en pleno centro provocó el pánico. A lo largo del día las explosiones y las balas comienzan a escucharse en las cercanías. Durante la madrugada del 21, los cadáveres comenzaban a llenar los callejones de la ciudad cercanos al cerro de la Bufa y las cercanías del acueducto. De pronto las metrallas sacudieron los templos de la ciudad. La lucha se estaba acercando.
 
La tarde del 22, los niños de la familia se resguardaban debajo de la cama. Temerosa, la población cercó puertas y ventanas al primer sonido de los cristales rotos. En la casa de los Magallanes simplemente sonaban las pisadas en el techo de los federales que se movían por las azoteas. Lo mismo ocurría en el resto de la ciudad. Villistas entraban a fuerza dentro de las casas y disparaban desde las ventanas. La tierra poco a poco adquiere ese lodo negro resultante de su mezcla con la sangre. No hay ni un minuto de silencio entre los gritos, las balas y los explosivos.
 
Reproducción de la fachada del Palacio Federal en el Congreso del Estado
 
El 23, el disparo de un cañón a las 10 de la mañana anunció el principio del fin. Con la familia Magallanes reunida en la seguridad de uno de los cuartos profundos, pronto se escuchó la lucha llegar al corazón de Zacatecas. Cuando los villistas divisaron el Palacio Federal comenzaron a trepar por su fachada barroca para entrar y tomar el arsenal. Dentro, los pocos federales que tenían la orden de proteger el inmueble no solo se vieron rebasados, sino desesperanzados al ver que el resto de las tropas, viendo la batalla perdida, los había abandonado.
 
En un intento de falso heroísmo, uno de los federales llegó al cuarto de los explosivos con un cigarro. Ahí estaban los barriles de pólvora, las centenas de municiones que nunca se usaron, las metrallas y los armamentos. Y en el cuarto contiguo del edificio de al lado, la familia Magallanes esperando a que todo pasara. A las 5:50 de la tarde, cuando las pesadas puertas de madera del Palacio Federal no pudieron resistir más el embate de las armas rebeldes, una enorme explosión fue divisada desde el cerro de la Bufa por Felipe Ángeles.  
 
Maqueta de la explosión del Palacio Federal
 
La toma de Zacatecas fue conocida como la batalla más sangrienta de la Revolución. Los heridos eran asesinados en los hospitales, los refugiados también porque no había manera de identificarlos con los federales. El humo de los incendios por toda la ciudad solo se aplacó cuando Villa ordenó fusilar a los miembros de su ejército que había saqueado las enormes casas ahora reducidas a cenizas. 121 cadáveres salieron calcinados tan solo del Palacio Federal por la explosión. El Banco tenía un enorme boquete custodiado por un soldado. La casa de los Magallanes era una montaña de escombros dantesca de donde comenzaron a salir los cuerpos de los 9 miembros de la familia sofocados, calcinados o partidos.
 
Fue el día 27 de junio de 1914, cuando mientras los prisioneros eran obligados a limpiar la ciudad, que un llanto sonó debajo del hueco que había hecho un ropero cerca del Palacio. Cuando retiraron el pesado mueble hallaron al bebé de la familia Magallanes, Alfonsito, cubierto de polvo. Enseguida gritaron al doctor Taube quien llevó al niño de 6 meses consigo para cuidarlo. Era el único sobreviviente del desastroso desenlace de la batalla, protegido de la explosión protegido por un ropero. Con un Huerta temeroso las tropas revolucionarias de todo México ahora marchan hacía la ciudad…
 
Sitio que ocupó la casa de la familia Magallanes

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