Un amor circunstancial

“El marido mexicano de Simone de Beauvoir”
 
Itzminá en Mérida (Fotos: Mario Yaír T.S.)
 
La relación libre de Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre se regía por un principio: está prohibido mentir, pero también preguntar. Al amor esencial no podía destruirlo el amor circunstancial. Cierto día el novelista Richard Wright le insistió a Simone viajar a Chicago para conocer al cronista Nelson Algren. Primero amigos y luego amantes, planearon juntos un viaje de EUA a Guatemala en 1947. Esta es la historia de un amor circunstancial.
 
Chicago, Cincinnati, Nueva Orleans, Mérida. “No esperaba gran cosa de Mérida” escribe Simone a Sartre desde su hotel “quizá por eso estoy tan deslumbrada. Una auténtica ciudad mexicana a la que América no ha llegado, ni un solo drugstore, ni siquiera para turistas. Los hombres van de blanco con grandes sombreros de paja y las mujeres llevan una especie de camisones blancos con bordados de vivos colores en el cuello y en el dobladillo de las faldas y el pelo recogido en un moño sobre la nuca. Son como puras sangres indias, en sus bellos rostros anchos y chatos reflejan todas las características mayas”.
 
Nelson y Simone conocen Uxmal, Chichén Itzá, llegan a Guatemala y luego de haber pasado charlas tan deliciosas como las comidas, noches tan apasionadas como la exoticidad y momentos tan auténticos como sus vidas, volvieron de regreso con una escala el 12 de junio en la Ciudad de México. 
 
Antiguo Hotel de Cortés

Hospedados en el Hotel de Cortés, los ciudadanos alejados de la intelectualidad francesa ignoran pasear a los amantes por Chapultepec. Se sientan a la orilla de una trajinera en Xochimilco. Suben a lo alto de la pirámide del sol. Miran con detalle el Templo de Santa Prisca. Nadan juntos en una alberca de Cuernavaca. Nelson es mucho mejor amante que Sartre, lo apoda, su marido mexicano.
 
Envuelta en las voces del danzón entre las ficheras de la noche, las grandes luces de los cines, la tierra de los teatros de carpa, la máxima figura del feminismo moderno le escribe a Nelson “prepararé la comida, lavaré el piso, no te tocaré sin tu autorización […] Te pertenezco, Nelson. Soy tu pequeño fetiche”. La última noche Nelson la lleva a caminar por la Alameda. Mientras los carros pasan y los charcos de una lluvia previa se forman en el parque, Nelson se pone frente a Simone y saca un anillo - ¿te casarías conmigo?
 
Al volver al hotel, cada uno entra en su propio cuarto. Simone viaja a Nueva York, Nelson se queda en Chicago. Aquel amor solo es circunstancial, Simone no puede dejar a Sartre. Tres años después Simone vuelve a EUA para encontrar de nuevo con Nelson pero mientras están en la casa de campo, él le revela que se volverá a casar con su ex esposa… 
 
Alameda Central
 
“No estoy triste. Más bien sorprendida, muy lejos de mí misma, sin creer realmente que estés tan lejos, tan lejos, pero tan cerca. Quiero decirte sólo dos cosas antes de partir, y entonces ya no diré nada más, lo prometo.
Primero, espero, quiero y necesito verte una vez más, algún día. Pero, recuerda, por favor, que jamás volveré a pedirte que nos veamos ― no por orgullo, puesto que no tengo ninguno contigo, como sabes, pero nuestro encuentro significará algo sólo cuando tú lo desees. Así que, esperaré. Cuando lo desees, sólo dilo. No supondré que me amas de nuevo, ni siquiera que tienes que dormir conmigo, y sé que sólo nos veremos brevemente ― como lo sientas y cuando lo sientas. Pero quiero que sepas que siempre querré que me lo pidas. No, no puedo pensar que nunca te volveré a ver. He perdido tu amor y fue (y es) doloroso, pero no quiero perderte.
De cualquier forma, soy tan tuya, Nelson, lo que me diste significó tanto para mí, que nunca podrás quitármelo. Tu ternura y amistad fueron tan valiosas para mí que aún te puedo sentir cálido y feliz y agradecido cuando te siento dentro de mí. Realmente espero que esta ternura y amistad nunca, nunca, me abandonen.
En cuanto a mí, es desconcertante decirlo y me avergüenzo, pero es la única verdad: te amo tanto como te amé aquella vez que llegué a tus brazos, y lo digo y lo siento con mi ser entero y con mi corazón sucio; no puedo hacer menos.
Pero ya no te molestaré, cariño, y no te veas obligado a escribir cartas por cortesía; sólo escribe cuando lo sientas, sabiendo cada vez que me harán muy feliz.
Bueno, todas las palabras me parecen tontas. Pareces tan cercano, tan cercano, déjame estar cerca de ti también. Y déjame, como en los viejos tiempos, déjame estar en mi propio corazón por siempre. 
Tuya, Simone.”
 
Nelson Algren murió de un paro cardiaco en 1981, Simone murió 5 años después. Esta es la historia de un amor circustancial. Sin banalidades, sin sombras; amor en todo concepto pero circunstancial al final de cuentas. Al morir, Simone fue cremada como lo ordenó en su testamento, con el anillo que aquella noche lluviosa en la Alameda, Nelson Algren le obsequió. 
 
Nelson Algren y Simone de Beauvoir

Comentarios

Más vistos

Un encuentro con la fiera del Fru-Fru

Requiém para el Cine Ópera

El último momento

Un sueño en el olvido

Los motivos de Sor Filotea