Las figuras inhertes

 “Así ocurrió el crimen del museo de cera” 
 
Museo de Cera de La Villa (Fotos: Mario Yaír T.S.)
 
Como de costumbre, la sirvienta llegó aquel domingo a las 8:30 de la mañana para empezar su labor. Era domingo 18 de agosto de 1963 en una habitación contigua al Museo de Cera de la Villa, donde la sirvienta tocó en repetidas ocasiones a la patrona. Se asomó por un hueco de la ventana y alcanzó a ver la televisión prendida. Por entre la reja le gritó a la patrona Zoila.
 
Zoila Valdivieso vivía con Carlos Neira, uno de los hijos del linaje Neira Castillo. Los Neira Castillo eran conocidos por toda la ciudad por haber dado origen al Museo de Cera del centro. Todos recordaban las esculturas de Don José Neira, pero cuando él murió en 1939, los hermanos Neira Castillo al mando de su madre se hicieron cargo del museo y abrieron otro en 1956. Así nació el Museo de Cera de la Villa, con las esculturas hechas por la familia. 
 
Después de tocar y gritar en repetidas ocasiones, preocupada, la sirvienta fue hasta la casa de la hermana de Zoila, Elia. No era muy lejos de ahí, vivía en Ricarte #136 por lo que llegó caminando. Cuando Elia salió, la sirvienta le dijo que algo extraño ocurría en la casa de Zoila, así que intrigada, la hermana y su marido se prepararon a salir.
 
La Fichera o La Prostituta

No podía entenderse lo que la palabra “raro” podía significar; los encuentros de la pareja ya eran extraños por si solos. Los Neira Castillo sabían que Carlos estaba casado, pero este comenzó una aventura con una dama de Peralvillo; Zoila. Con ella procreó 4 hijos al cuidado de la abuela. Con frecuencia Zoila se convirtió en visitante asidua del museo y de la casa de Carlos a un costado con quien empezó a vivir. Se colocaron dos camas separadas y empezaron una relación extraña. Todo cambió cuando Zoila se enteró que Carlos tenía esposa.
 
Caminando lo más rápido que le permitían los tacones, Elia se dirigió con su marido hasta la casa del museo. Todos sabían que las discusiones en la pareja se habían vuelto insoportables, día tras día eran peleas, gritos y reproches. Al llegar a la casa y tocar insistentemente Elia y su marido comprobaron lo dicho por la sirvienta. 
 
Elia llegó a La Villa donde un policía hacía su ronda habitual y le explicó lo sucedido. El policía se puso en contacto con la delegación y al cabo de una hora llegó el detective Samuel Alba. Con curiosos que notaron algo extraño ocurriendo en el museo, el detective rompió los cristales de la puerta y entró la familia. Todos revisaron las habitaciones pero el grito de horror de Elia al llegar a la recámara anunció la escena.
 
Foto publicada por "La Prensa" tomada el día del crimen
 
Una noche atrás, Zoila escribía en el comedor una carta sosteniendo un lápiz manchado con la pólvora de su mano. “Deseo que cuando seas hombrecito cuides a tus hermanitos” una lágrima brota de sus ojos mientras los ojos de Carlos miran al infinito ya sin la luz de la vida. “Lo hice porque antes de dejarlos sin padre, prefiero que ustedes queden libres, ya que no hubo ninguna solución”. Zoila tomó el revólver y se paró al lado del cuerpo de quien amó. El segundo disparo que se escuchó en esa casa entró en su sien. “Pórtate bien y estudia todo lo que puedas. Zoila H.”
 
Era el domingo 18 de agosto de 1963 en una habitación contigua al Museo de Cera. Solo las esculturas escucharon los relámpagos de fuego de la habitación contigua. Las patrullas y los periodistas se empiezan a dar cita en el lugar. Ese día el museo permaneció cerrado. Es el día más obscuro del lugar. 
 
Museo de Figuras de Cera de La Villa

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